miércoles, 3 de junio de 2009

¿Cuáles son los errores más frecuentes que padres y madres cometemos cuando interaccionamos con nuestros hijos/as?

Antes de que siga leyendo, quiero advertirle que, posiblemente, usted, como todos, en alguna ocasión ha cometido cada uno de los errores que se describen a continuación.

No se preocupe por ello. No es un desastre. Es lo adecuado en cualquier persona que intenta educar TODOS LOS DÍAS.

La parte positiva es que quiere decir que intenta educar, lo cual ya es mucho. En educación lo que deja huella en el niño/a no es lo que se hace alguna vez, sino lo que se hace continuamente. Lo importante es que, tras un periodo de reflexión, los padres consideren, en cada caso, las actuaciones que pueden ser más negativas para la educación de sus hijos/as, y traten de ponerles remedio.

Estos son los principales errores que, con más frecuencia, debilitan y disminuyen la autoridad de los padres.


1. LA PERMISIVIDAD: Es imposible educar sin intervenir. El niño/a, cuando nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. El dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño/a, por miedo a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala educación. Un hijo que hace travesuras sin obtener ningún tipo de corrección, piensa que es porque su padre no lo estima ni lo valora. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.

2.CEDER DESPUÉS DE DECIR NO: Una vez que usted se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es “No”. El “No” es innegociable. Nunca se puede negociar el “No”, y perdone que insista, pero es el error más frecuente y que más daño hace a los niños/as. Cuando usted vaya a decir “No” a su hijo/a, piénselo bien, porque no hay marcha atrás. Si usted le ha dicho a su hijo/a que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes, su hijo no puede ver la televisión aunque le pida de rodillas y por favor con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad. Hay niños/as tan entrenados en esta parodia que podrían enseñar mucho a las estrellas del cine y del teatro.
En cambio, el “Sí”, sí se puede negociar. Si usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde, negocie con él qué programa y cuánto rato.


3. EL AUTORITARISMO: Es el otro extremo del mismo palo que la permisividad. Es intentar que el niño/a haga todo lo que el padre quiere anulándole su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de autodominio, sino hacer una persona sumisa, esclavo sin iniciativa, que haga todo lo que dice el adulto. Es tan negativo para la educación como la permisividad.

4. FALTA DE COHERENCIA: Ya hemos dicho que los niños/as han de tener referentes de límites estables. Las reacciones del padre/madre han de ser siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos. Nuestro estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, mañana también.
Igualmente es fundamental la coherencia entre el padre y la madre si el padre le dice a su hijo/a que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar, y viceversa. No debe caer en la trampa de: “Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma”.

5. PERDER LOS ESTRIBOS: A veces es difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos perdido alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además, a todo se acostumbra uno. El niño/a también puede acostumbrarse a los gritos, a los que cada vez hará menos caso: “Perro que ladra, no muerde”. Al final, para que el niño/a haga caso, habrá que gritar tanto que ninguna garganta humana estará concebida para alcanzar la potencia de grito necesaria para que el niño/a reaccione.
Gritar conlleva un gran peligro inherente. Cuando los gritos no dan resultado, la ira del adulto puede pasar fácilmente al insulto, la humillación e incluso los malos tratos psíquicos y físicos, lo cual es inadecuado. Nunca debemos llegar a este extremo. Si los padres se sienten desbordados, deben pedir ayuda: tutores, psicólogos, escuela de padres.

6. NO CUMPLIR LAS PROMESAS NI AMENAZAS: El niño/a aprende muy pronto que a más promesa o amenaza no cumplida hay menos autoridad. Las promesas y amenazas deben ser realistas, es decir, fáciles de aplicar. Un día sin tele o sin salir, es posible, un mes es imposible.

7. NO NEGOCIAR: Nunca implica rigidez e inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso de poder y, por lo tanto, incomunicación. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos/as.

8. NO ESCUCHAR: Muchos padres se quejan de que sus hijos/as no los escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos/as. Los han juzgado o evaluado y les han dicho lo que tenía que hacer, pero escuchar nunca.

9. EXIGIR ÉXITOS INMEDIATOS: Con frecuencia, los padres tienen poca paciencia con sus hijos/as. Quieren que sean los mejores, ya. Olvidan que nadie ha nacido sabiendo y que todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondientes errores. Esto que admiten en los demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus hijos/as, en los que solo ven las cosas negativas y que, lógicamente, para que el niño/a “aprenda” se las repiten una y otra vez.

Ahora que sabemos lo que tenemos que evitar, solo necesitamos por un lado, el convencimiento - muy importante - de que no son adecuados y, por otro, tratar de evitar su práctica de manera constante y coherente.

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