Hoy en día el 90% de todos los suicidios se atribuyen a trastornos psíquicos, la mayoría de ellos como consecuencia de una depresión. Por esta razón, hay que buscar información de este trastorno sobre los adolescentes.
La depresión es un trastorno que, en ocasiones, pone en peligro la vida y va acompañada de una carga de sufrimiento más grande que en la mayoría de otros trastornos. Para muchos de los afectados, el estado es tan insoportable que desean dormirse para no despertar más. Por su desesperación no es raro que lleguen a pensamientos en los que se encuentra el quitarse la vida. Esto también se puede aplicar a los adolescentes.
Sobre la depresión en adolescentes, Klaus Jost del centro de orientación psicológica para padres, niños y jóvenes en Offenbach escribe: “El número de intentos de suicidio en personas jóvenes aumenta. Llegan al suicidio de diez a veinte veces más. Esta cifra tenebrosa es alta. Muchos de los intentos de suicidio no son reconocidos como tales. Sin embargo, se producen gritos de auxilio a tomar muy en serio. Estos niños y adolescentes no quieren morir realmente. Simplemente no ven otro camino para llamar la atención sobre su penuria y desesperación personal. Los componentes importantes en el suicidio son el estado de ánimo depresivo unido a la falta de esperanza y de salida”.
Los jóvenes que no sienten que su vida tiene sentido dan numerosas indicaciones a través de señales, amenazas, imágenes, cartas de despedida, medidas concretas preparadas de antemano, sueños y fantasías de autodestrucción, reclusión. Los comportamientos desadaptativos son frecuentes, pues, si las circunstancias lo requieren, los jóvenes proceden de una forma totalmente diferente a lo usual.
Ahora bien, en un sentido coloquial, todo el mundo ha tenido depresión alguna vez. Los especialistas lo llaman “disonancia depresiva”, y es propia de la vida al igual que los sentimientos de felicidad o “el cosquilleo en el estómago”. Es importante diferenciar entre la disonancia depresiva y la depresión que necesita tratamiento, pues si no se encuentra, no se tomará en serio el sufrimiento de una persona con trastorno depresivo.
Al menos el 10% de todos los jóvenes han vivido uno o más episodios depresivos dignos de tomar en serio hasta que entran en la edad adulta. Jost aclara que la presencia al mismo tiempo de otros trastornos junto a la depresión es un problema general para el diagnóstico y la terapia de los trastornos depresivos en la edad adolescente.
Antes de realizar un diagnóstico de “episodio depresivo”, tiene que estar claro que no existen ninguna enfermedad física y ningún consumo de drogas o de medicamentos, más aún, que la disonancia depresiva no muestra ninguna reacción a la muerte de una persona cercana. “Los niños y adolescentes con ligeros trastornos depresivos aún atienden las actividades escolares y sociales en su mayor parte. Con trastornos depresivos graves se unen una considerable pérdida de autoestima así como unos sentimientos pronunciados de falta de valor y culpabilidad personales. Los síntomas físicos pero también los pensamientos y los preparativos de suicidio son corrientes. Los niños y los adolescentes afectados ya no pueden hacer frente la vida cotidiana.
La depresión en los adolescentes va acompañada a menudo de una conducta agresiva-disocial, falta de atención y trastornos del miedo (a las separaciones, a la oscuridad), consumo de drogas y alcohol, trastornos alimenticios y/o fobia social.
¿Cómo se protege a los adolescentes de los trastornos depresivos? Para la organización y desarrollo de planteamientos de prevención son importantes los siguientes aspectos de protección:
• Estructuras familiares protectoras en situaciones graves.
• Relaciones familiares seguras como condición previa de una autoconfianza estable del adolescente.
• Aceptación, tolerancia y apoyo en el grupo de personas de la misma edad (espacio importante para probarse a sí mismo y desarrollar cualidades como la competencia social, la autoafirmación y la capacidad de autoafirmarse).
• Aprendizaje de estrategias para la solución de problemas y sensación de soledad.
• Estructuras familiares protectoras en situaciones graves.
• Relaciones familiares seguras como condición previa de una autoconfianza estable del adolescente.
• Aceptación, tolerancia y apoyo en el grupo de personas de la misma edad (espacio importante para probarse a sí mismo y desarrollar cualidades como la competencia social, la autoafirmación y la capacidad de autoafirmarse).
• Aprendizaje de estrategias para la solución de problemas y sensación de soledad.
Incluso después de realizar con éxito un tratamiento, los niños y jóvenes con depresión presentan un alto riesgo de recaída. Por lo que, por un lado, se recomienda un asesoramiento adicional a largo plazo del afectado.
¿Qué pueden hacer los padres, profesores, amigos, compañeros de clase y parientes, cuando tienen la sensación de que una joven o un joven se recluye, no se interesa por nada, reacciona por lo general con apatía y sin entusiasmo, muestra síntomas de desesperación, es “totalmente otra persona” a lo que era?
Lo más importante es dirigirse a ellos, interesarse por ellos, por sus intereses, por sus preocupaciones y cosas que les agobian, tomarlos en serio, preocuparse por ellos, en el verdadero sentido de la palabra, apoyarlos en seguida en todas aquellas cosas que, si es posible, aún les aporten alegría y sean apropiadas para fortalecerles la autoestima y se debería buscar, de forma paralela, la ayuda y el apoyo de profesionales.