lunes, 14 de septiembre de 2009

Yo lo puedo criar sola

“Hacer un hijo es fácil, lo difícil es hacer un hombre”

En nuestra sociedad, la mayoría de madres que crían solas a sus hijos, no lo decidieron así por propia voluntad. Algunas de ellas probablemente habrán hecho lo indecible para que el padre se quede o que al menos conserve la relación con sus hijos. Otras tienen al padre de sus hijos en casa, pero no logran interesarlo por ellos. Y todas tratan de contrarrestar éstas ausencias de la mejor manera posible.

Sin embargo, desde hace unos años la maternidad ha tomado un nuevo enfoque para las mujeres, ya que en algunos casos toman la decisión de tener un hijo “solas”. Diferentes autores comentan que en la base de esta decisión se encuentra desde la soledad o el miedo a la soledad, el deseo de tener algo propio, la idea – más o menos consciente – de que la mujer no es completa si no es madre, hasta el aburrimiento o el cansancio de una vida con muchas frustraciones.

¿Hoy en día se podría hablar de una “moda” de criar sola al hijo con el fin de demostrar valentía y autosuficiencia? Nadie duda de la fuerza y capacidad de las mujeres, al contrario, es de admirar su tenacidad, su voluntad y su constancia, pero ¿qué se pierde sin la presencia de un padre? Posiblemente los hijos actúen de manera agresiva o rebelde, dejando entre ver cierta melancolía. En estos casos, como en tantos otros en que se producen ausencias, el ser humano y los niños en especial idealizan al ausente, dotándolo de todas las características positivas que desean y lo hacen vivir en su imaginación.

Muchas mujeres han criado solas a sus hijos y casi todas pueden fungir de ejemplos de sacrificio y amor. Pero tomando una mirada amplia de esta situación, constituyen ejemplos no tan ideales a imitar, porque suelen ser hogares con mucha angustia o dolor, en donde la pérdida del marido o del varón puede no sentirse tanto, como la ausencia del padre para los niños.

En algunos casos, “criarlos sola”, esconde dejarle el o los hijos, a los padres de la madre (abuelos maternos) y continuar llevando una vida cómoda en el seno de su familia, le rinde más el poco o mucho dinero que gana, puede hacer prácticamente una vida de soltera, tiene con quien dejar a los chicos y goza de total independencia. Para el adulto, sea la madre o el padre, es la situación ideal, pero para los niños es confuso, cuando no dañino, sobre todo si trae aparejada la desaparición del otro progenitor. Para los abuelos constituye una tergiversación de las etapas naturales de la vida y estas cosas siempre traen consecuencias, aunque al principio parece agradable, porque tienen a su hija de nuevo en casa.
Ahora bien, una vez que nace un niño, éste dependerá totalmente de la madre durante muchos meses, creándose una relación simbiótica fuera del vientre materno. Sin embargo, al no haber una figura paterna presente y cercana, se puede caer en el fenómeno de que la madre se considere dueña de su hijo/a, el “soy la madre” la habilita para hacer “lo que se le venga en gana” con el/la hijo/a, teniendo la seguridad de que nadie se lo podrá discutir.

Esto no es una constante, pero sí una tendencia bastante peligrosa que se refuerza más en casos de hijos varones, ya que estos le dan la posibilidad a esa mujer de encontrar finalmente “un hombre” hecho a su medida, que la quiera sin reservas y que no pueda vivir lejos de ella. La mujer encuentra en su hijo varón la sensación de plenitud que le da su masculinidad, “hay un hombre en la casa”.

Entre la confusión de hacer cumplir el rol del adulto/pareja/padre a un niño y luego tratar al adulto como niño eterno, este tipo de relaciones puede llegar a considerarse directamente como incestuosa, más allá de que no haya coito. La consecuencia de esta “extraña” relación, la ausencia o falta de significado del padre, impide la evolución esperada del Complejo de Edipo. Cabe resaltar que dicho complejo tiene tres objetivos fundamentales: la inclusión a las normas sociales (con la eliminación del incesto), definir las jerarquías intergeneracionales y sus respectivos roles y buscar un nuevo objeto de deseo fuera del entorno familiar.

*Adaptado del Libro Ser padres en el tercer milenio de Jorge Luis Ferrari (2007).

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