lunes, 7 de diciembre de 2009

El juego en / de / con los niños

Dos niños están jugando al papá y a la mamá, representando los papeles de esposo y esposa.
Ana: (mirando un caballito de madera) “Tengo que irme”
Felipe: “¿Ir?”
Ana: “Ir a trabajar”
Felipe: “No, tú cocina”
Ana: “No puedo cocinar, tengo que ir a trabajar” (Se sube al caballo y empieza a mecerse)
Felipe: “No, tú cocinas y haces cosas. Yo iré a trabajar” (Sostiene las riendas del caballo de madera)
Ana: “Llegaré tarde al trabajo. Tú quédate y cocina”
Felipe: “¿No sabes? Tú cocinas y yo voy a trabajar”
Ana: (Tratando en vano de mecerse) “Te bajaré más adelante en mi camino al trabajo”
Felipe: (Monta el caballo detrás de Ana)


Guillermo vio a Carlos entrar emocionado y expectante en el salón de juegos para niños de 3 y 4 años. Corrió hacia él, ansioso por jugar, y tomándolo por las rodillas lo tumbó con gran estrépito. Carlos lloró y trató de desprenderse. Con profunda tristeza Guillermo dijo: “No quiere jugar conmigo”.

En la primera viñeta, el juego de los niños casi se frustra por tener una idea distinta de los papeles que estaban representando. Felizmente, consiguieron coincidir en algo: ir al trabajo en el caballo, aunque no comprendieron el problema de su distinta percepción del papel de la esposa. La madre de Ana había trabajado durante los primeros 4 años de vida de ella y la madre de Felipe era ama de casa. Ambos niños encontraron la manera de conciliar sus puntos de vista y continuaron el juego, aunque sin comprender sus diferencias ni los tipos de familias.

En la segunda viñeta, vemos una típica escena social en niños pequeños, el egocentrismo, que no es el ensimismamiento en uno mismo, sino representa la dificultad de pensar en el otro como un individuo distinto y particular de uno mismo. Así Guillermo intentó jugar, a su modo, con Carlos y el mensaje no fue bien recibido por el segundo quien más bien se vio en una situación bastante amenazadora y descontrolada.

El juego es una actividad común y compleja a la vez, que predomina en la niñez temprana, sin dejar de constituir un terreno común de los intercambios sociales a medida que el niño va madurando.

Aunque es difícil definir el juego posee características evidentes:
- Es esencialmente placentero
- El niño participa activamente
- Es intrínsecamente motivador, es decir, es un fin en sí mismo
- Es voluntario
- Es no literal, es decir, no es algo serio ni de mucha importancia desde la perspectiva del niño
- Los participantes son quienes determinan el carácter de juego

Juego y desarrollo emocional
Al parecer, el niño que disfruta el juego y que juega con mayor frecuencia es más feliz que quienes juegan poco. Es divertido estar con él, goza de mayor aceptación y popularidad que los menos diestros. Con el juego imaginario se consigue integrar el temperamento, la experiencia y los conceptos que le ayudan al niño a entender la importantísima pregunta: “¿Quién soy?”

La selección de los papeles representados por el niño refleja su inquietud por las relaciones ligadas a la crianza y manutención, por la dicotomía agresor/víctima, por el bien y el mal, etc. En el caso de los niños de mayor edad, refleja el interés por sus fantasías más temidas.

Por medio del juego el niño desvalido y de baja estatura puede convertirse e una persona fuerte y poderosa, el niño tímido en una persona valiente, el niño sumiso quizá finja ser un verdadero tirano. Los niños exploran emocionalmente los temas más emotivos, manteniendo al mismo tiempo cierta distancia respecto a ellos mismos.

El juego impulsa al crecimiento emocional porque permite afrontar los conflictos o existencias dentro de un contexto neutral. Los niños pequeños demuestran o aprenden emociones, así como la manera de expresarlas y controlarlas. La práctica en la interpretación de las manifestaciones emocionales de los otros durante el juega mejora su competencia emocional. En el juego imaginario uno puede fingir impunemente dolor, ira, preocupación, miedo, amor y desaliento. El juego permite moldear las experiencias personales, además de explorar alternativas y posibilidades antes de adoptar una solución.

Al jugar con otros, el niño aprende a relacionarse en una situación donde se siente seguro y “nada es verdad” y adquiere una sensación de poder y control al manipular objetos y estímulos para su provecho. La retroalimentación directa que le brindan otros y el éxito con algunos materiales contribuye al desarrollo de la autoidentidad como alguien que influye en el mundo.

* Texto adaptado del libro Desarrollo Social de los niños de Marjorie Kostelnik (2009)

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