Muchas veces los diferentes horarios de los integrantes de las familias hacen que se cene tarde, de noche, en compañía de la tele y su programación, más aún cuando los niños están de vacaciones.
Por lo general, la programación nacional a esa hora es un abundante menú de noticieros en donde además de demandas y ampays nos muestran toda serie de imágenes sangrientas dignas de las mejores películas de terror. ¿Pueden estas imágenes ejercer un impacto en los niños? ¿Debemos cambiar el canal? ¿Cómo reaccionar ante las preguntas de ellos a cerca de lo que ven en la tele?
Una de los grandes alcances de la globalización de los medios de comunicación es el vertiginoso avance de las tecnologías de comunicación e información, las cuales permiten presenciar en vivo y en directo TODO lo que acontece en el mundo, lo cual puede empezar a ser preocupante. Comienza a ser preocupante, la globalización de las comunicaciones y el vertiginoso avance de las tecnologías de la información, permiten presenciar en vivo, e incluso en directo, todo cuanto acontece en el mundo.
No se puede negar que todo lo que un niño puede ver, sentir, conocer, hacer, no-hacer, pensar, etc. repercute en él y lo afecta, de manera positiva o negativa. La gran mayoría de niños pasan gran parte de su tiempo libre frente a la tele y aprender mucho de ella. En casos extremos, los padres o cuidadores pueden usar a la tele como niñera. Sin embargo, la tele nos aporta, a niños y adultos, una”imagen del mundo” en el que vivimos, nos guste o no.
Ahora bien, es posible que esta “imagen del mundo” puede afectar de manera negativa a los niños?
Podemos caer en el error común de subestimar la capacidad de defensa (adaptación) de los niños. Sin embargo, también es cierto que son más impresionables que los adultos, que no poseen ni sus capacidades, ni su experiencia. Para que un episodio televisado acarree importantes consecuencias emocionales a un niño, éste ha de encontrarse en una situación de crisis por razones mucho más cercanas a su entorno y vivencia personal. Por ejemplo, el ver un reportaje sobre el terremoto en Haití o las actuales condiciones de Cuzco, no debería repercutir de manera importante en un niño y ser el origen de una fobia ante algún desastre natural.
Sin embargo, en aquellos niños quienes presenten un problema de seguridad y autoestima, o que han vivido experiencias similares a la relatada por la pantalla, en nuestro país los niños sobrevivientes al terremoto en Ica, que aún son incapaces de expresar sus emociones, que viven en una situación familiar desfavorable o suelen ser hipersensibles, estas noticias o reportajes sí pueden actuar como desencadenante de algún problema.
Por otro lado, la tele es uno de los grandes canales de comunicación con el resto del mundo, si sólo se observan catástrofes, lágrimas y todo tipo de situaciones angustiosas, es probable que ayude al niño a formarse una idea del mundo como un lugar lúgubre y peligroso. Y esta visión de las cosas repercutirá en todas las esferas de su vida.
Cuanto más pequeño es un niño, más peligrosa puede resultar la tele y sus noticias. Alrededor de los tres o cuatro años comienza una importante apertura del niño al entorno, comienza a interesarse por la tele, sin poseer las suficientes estrategias y defensas para hacerle frente a ciertos contenidos. Hacia los ocho o nueve años, el niño comienza a separarse de sus padres y a prestar mayor atención a sus compañeros y amigos. Y entre ellos comentarán lo que ven en la tele, jugarán a ello y construirán con la imaginación cuanto les parezca intenso e interesante.
Los padres tienen un papel fundamental en todo este proceso. Se les aconseja:
Limitar el uso de la televisión y propiciar el uso de otros medios. Poca televisión se digiere con facilidad, pero mucha televisión puede desembocar en una indigestión.
Mantener una actitud crítica frente a los contenidos televisivos. Reconocer y demostrar que el mundo no es exactamente como la televisión lo presenta puede facilitar que el niño se forme una imagen del mundo más acorde con la realidad y consigo mismo.
Aceptar las emociones del niño y facilitar su expresión. Si el niño se encuentra en un ambiente de confianza y respeto, en donde padres y familiares sienten realmente cuanto le sucede, tiene mayores probabilidades de encarar con éxito este proceso.
Los verdaderos temores del niño hacen referencia al daño físico y a la pérdida de
los padres. Remarcar que esto no va a suceder y que el conflicto y la catástrofe es algo lejano, le facilita sentirse seguro y tranquilo.
Por lo general, la programación nacional a esa hora es un abundante menú de noticieros en donde además de demandas y ampays nos muestran toda serie de imágenes sangrientas dignas de las mejores películas de terror. ¿Pueden estas imágenes ejercer un impacto en los niños? ¿Debemos cambiar el canal? ¿Cómo reaccionar ante las preguntas de ellos a cerca de lo que ven en la tele?
Una de los grandes alcances de la globalización de los medios de comunicación es el vertiginoso avance de las tecnologías de comunicación e información, las cuales permiten presenciar en vivo y en directo TODO lo que acontece en el mundo, lo cual puede empezar a ser preocupante. Comienza a ser preocupante, la globalización de las comunicaciones y el vertiginoso avance de las tecnologías de la información, permiten presenciar en vivo, e incluso en directo, todo cuanto acontece en el mundo.
No se puede negar que todo lo que un niño puede ver, sentir, conocer, hacer, no-hacer, pensar, etc. repercute en él y lo afecta, de manera positiva o negativa. La gran mayoría de niños pasan gran parte de su tiempo libre frente a la tele y aprender mucho de ella. En casos extremos, los padres o cuidadores pueden usar a la tele como niñera. Sin embargo, la tele nos aporta, a niños y adultos, una”imagen del mundo” en el que vivimos, nos guste o no.
Ahora bien, es posible que esta “imagen del mundo” puede afectar de manera negativa a los niños?
Podemos caer en el error común de subestimar la capacidad de defensa (adaptación) de los niños. Sin embargo, también es cierto que son más impresionables que los adultos, que no poseen ni sus capacidades, ni su experiencia. Para que un episodio televisado acarree importantes consecuencias emocionales a un niño, éste ha de encontrarse en una situación de crisis por razones mucho más cercanas a su entorno y vivencia personal. Por ejemplo, el ver un reportaje sobre el terremoto en Haití o las actuales condiciones de Cuzco, no debería repercutir de manera importante en un niño y ser el origen de una fobia ante algún desastre natural.
Sin embargo, en aquellos niños quienes presenten un problema de seguridad y autoestima, o que han vivido experiencias similares a la relatada por la pantalla, en nuestro país los niños sobrevivientes al terremoto en Ica, que aún son incapaces de expresar sus emociones, que viven en una situación familiar desfavorable o suelen ser hipersensibles, estas noticias o reportajes sí pueden actuar como desencadenante de algún problema.
Por otro lado, la tele es uno de los grandes canales de comunicación con el resto del mundo, si sólo se observan catástrofes, lágrimas y todo tipo de situaciones angustiosas, es probable que ayude al niño a formarse una idea del mundo como un lugar lúgubre y peligroso. Y esta visión de las cosas repercutirá en todas las esferas de su vida.
Cuanto más pequeño es un niño, más peligrosa puede resultar la tele y sus noticias. Alrededor de los tres o cuatro años comienza una importante apertura del niño al entorno, comienza a interesarse por la tele, sin poseer las suficientes estrategias y defensas para hacerle frente a ciertos contenidos. Hacia los ocho o nueve años, el niño comienza a separarse de sus padres y a prestar mayor atención a sus compañeros y amigos. Y entre ellos comentarán lo que ven en la tele, jugarán a ello y construirán con la imaginación cuanto les parezca intenso e interesante.
Los padres tienen un papel fundamental en todo este proceso. Se les aconseja:
Limitar el uso de la televisión y propiciar el uso de otros medios. Poca televisión se digiere con facilidad, pero mucha televisión puede desembocar en una indigestión.
Mantener una actitud crítica frente a los contenidos televisivos. Reconocer y demostrar que el mundo no es exactamente como la televisión lo presenta puede facilitar que el niño se forme una imagen del mundo más acorde con la realidad y consigo mismo.
Aceptar las emociones del niño y facilitar su expresión. Si el niño se encuentra en un ambiente de confianza y respeto, en donde padres y familiares sienten realmente cuanto le sucede, tiene mayores probabilidades de encarar con éxito este proceso.
Los verdaderos temores del niño hacen referencia al daño físico y a la pérdida de
los padres. Remarcar que esto no va a suceder y que el conflicto y la catástrofe es algo lejano, le facilita sentirse seguro y tranquilo.
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