Durante los últimos meses hemos sido bombardeados por diversas reseñas periodísticas que se han ocupado del sonado caso Fefer. Básicamente, la información que todos manejamos es que el posible móvil del asesinato haya sido el dinero y los bienes familiares. Sin embargo, ¿unos miles de dólares son suficientes para acabar con la vida de una madre? ¿Qué otros posibles factores psicológicos pueden existir en la supuesta responsable intelectual?
El presente artículo tratará de resumir escuetamente las posibles causas o factores que llevan a los hijos a suprimir a sus padres, así como buscar posibles combinaciones de perfiles o rasgos de personalidad que nos ayuden a entender el por qué de su actuación.
Siguiendo la línea Freudiana, el parricidio es el crimen capital y primordial tanto de la humanidad como del individuo. La relación del niño con su padre es una relación ambivalente, ya que además del odio - que quisiera suprimir al padre rival del amor materno - existe cariño hacia el padre. Ambas actitudes llevan a la identificación con el padre. El niño desea hallarse en el lugar del padre porque lo admira y desea al mismo tiempo suprimirlo.
Ahora bien, toda esta evolución tropieza con un poderoso obstáculo. En un momento dado, el niño llega a comprender que la tentativa de suprimir al padre como si fuera un rival sería castigada por aquél con la retaliación. Y por miedo que esto ocurra, abandona el deseo de tener a la madre de manera exclusiva y suprimir al padre. Esta es la sucesión lógica del llamado complejo de Edipo.
Ahora bien, se han encontrado ciertas características comunes entre los parricidas (personas que dan muerte a sus padres biológicos), dependiendo de la situación específica en que el delito se comete.
Dentro de los hombres parricidas, el perfil de mayor frecuencia, serían adultos en los que existe una alta prevalencia de patología psiquiátrica, en especial esquizofrenia y consumo de drogas o alcohol. Según el estudio de Cornic y Olie, el típico perfil de un parricida adulto correspondería a: un varón joven, soltero, desempleado, que vive con la víctima, sufre de esquizofrenia y abusa de alcohol y drogas, quien ha suspendido el tratamiento, y posee antecedentes previos de conductas ilegales.
En la investigación realizada por Marleau, Millaud y Auclair se observa, que la mayoría de los parricidios son cometidos por varones adultos. Estos sujetos en su mayoría serían solteros, desempleados y vivirían con sus víctimas. Como principales patologías psiquiátricas se encuentran: esquizofrenia paranoide (56%), trastorno bipolar psicótico (13%), y trastorno esquizoafectivo (8%). Además hasta un 45% tendría trastorno o rasgos de personalidad narcisista.
Un segundo tipo de perfil parricida menos frecuente correspondería a sujetos adolescentes en tres posibles situaciones psicosociales: el niño maltratado, el niño que tiene una enfermedad mental grave, como psicosis o retardo mental, y el niño peligrosamente antisocial. Dentro de los grupos anteriores, el más importante es el del niño maltratado, quien comete parricidio en defensa propia, en el contexto de una situación de abuso. En estos casos es más probable que los adolescentes cometan el acto solos y en situaciones en que los padres están desprevenidos (durmiendo, sentados viendo televisión, etc).
Una de las grandes diferencias que se realizan al hacer las descripciones de perfiles parricidas tiene relación con el género del agresor. Según los estudios, la gran mayoría de los parricidas son varones, observándose tasas de hasta un 92%, con una razón de 6:1 entre Hombres/Mujeres.
Cuando los estudios se refieren a parricidas mujeres, se las caracteriza más bien como matricidas (dar muerte a la madre). Según el estudio de D'Orban y O'Connor de 17 parricidas mujeres, 82% habría matado a su madre, 65% de ellas estaba cursando un cuadro psicótico, y 17,6% tenía un trastorno de personalidad. En el mismo estudio las descripciones hablan de mujeres solteras, de edad media (39,5 años), viviendo sola, socialmente aislada, con una madre dominante y con una relación simbiótica.
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