lunes, 19 de octubre de 2009

Características del “duelo migratorio”

1. Es un duelo parcial, recurrente y múltiple
Es un duelo parcial en tanto que el "objeto" de la pérdida no desaparece como tal y para siempre, sino que existe la posibilidad de reencuentro. Las pérdidas del inmigrante son amplias y reducidas al mismo tiempo. Amplias, ya que la inmigración trae pérdidas de todo tipo. Reducidas, ya que el alcance no es de muerte en sí misma.

Las pérdidas de la inmigración no son tan claras, completas o irrevocables, sino que se trataría de una "pérdida ambigua". En este caso, el objeto del duelo (el lugar de origen) no desaparece, no se pierde propiamente para el individuo, pues permanece donde estaba y es posible contactarlo e incluso volver a él. Se trataría, pues, más de una separación que de una pérdida definitiva en sí misma.

Realmente el duelo migratorio es una separación en el tiempo y el espacio del lugar de origen donde (según las circunstancia) cabe la posibilidad del reencuentro temporal o definitivo. Es un duelo recurrente, con gran facilidad para reactivarse. Esta dimensión incorpora una enorme complejidad al proceso de elaboración, ya que el duelo siempre se está reabriendo: el contacto telefónico, Internet, los viajes esporádicos, la llegada de paisanos hacen que el vínculo se reavive.

Más recurrente se vuelve el duelo cuando las circunstancias en el lugar de destino no marcha bien, es muy común que aparezca la "fantasía del regreso”, tanto más fuerte cuanto más contactos recurrentes.

Es un duelo múltiple, se pierden muchas cosas a la vez, todas valiosas, importantes, significativas:

a. El duelo por la familia y los amigos
b. El duelo por la lengua
c. El duelo por la cultura: Se siente una pérdida por aquellos hábitos, valores, formas de vida conocidas.
d. El duelo por la tierra: Este tipo de duelo entiende la "tierra" en sentido amplio: los paisajes, los colores, los olores, la luminosidad.
e. El duelo por el nivel social
f. El duelo por la pérdida del proyecto migratorio: El no poder llegar a conseguir los objetivos por los cuales emprendieron el viaje es un factor desestabilizador, a la vez que estresante y que llena de culpa.
g. El duelo por no poder regresar: El sentimiento y el deseo de volver siempre está, no se abandona nunca. Para los que pueden regresar, esa visita momentánea no siempre satisface el deseo de volver (en algunos casos ese reencuentro y la nueva marcha se vive como otra verdadera pérdida y un reinicio del duelo).

2. Se vive en ambivalencia
Es posible que el inmigrante vaya desarrollando su proyecto migratorio. Los logros, los éxitos parciales resultan reconfortantes, no obstante, en ocasiones producen emociones contradictorias: alegría-tristeza; logros-desesperanza; ausencia-presencia. El inmigrante vive entre la adhesión y la resistencia hacia el lugar de acogida.

Así mismo, es frecuente que se idealice el lugar de origen o bien sienta rabia por haber tenido que marchar, por no ofrecerle las condiciones necesarias para su desarrollo. La ambivalencia entre el origen y el destino puede ser continua; ésta puede estar presidida por emociones diversas: frustración, añoranza, enfado, deseo.

3. El duelo migratorio no solo lo sufre quien emigra, sino también los que se quedan
Los que se quedan en el lugar de origen notan la ausencia de quien se marchó, viven la separación de manera dolorosa. La comunicación intermitente reaviva el dolor. La fantasía del regreso, del reencuentro, del reagrupamiento aviva y prolonga los duelos.

4. El duelo migratorio afecta a la identidad
Todos los duelos generan cambios en la identidad del sujeto. Si el duelo se elabora correctamente la persona crece, se enriquece, incorporando un gran repertorio de habilidades, recursos y vivencias que le ayudan para cuando se presenten nuevos duelos. Además estos aprendizajes le sirven para conectar con otras personas en duelo y poder orientarlas o al menos saber comprenderlas.

Entendemos por identidad, el conjunto de autorepresentaciones que permiten que el individuo se sienta, por una parte, como semejante y perteneciente a determinadas comunidades de personas y, por otra parte, diferente y no perteneciente a otras.

La identidad se adquiere en una combinación de lo espacial, lo temporal y lo grupal. En estos tres elementos la migración afecta profundamente. La identidad es siempre un proceso inacabado, es una construcción constante, ésta surge de la asimilación exitosa. Si se consigue elaborar adecuadamente el duelo migratorio, se ha construido una nueva identidad más compleja y más rica.

No tiene por qué ser antagónica con la identidad previa al proceso migratorio, si bien en muchas ocasiones no es reconocida (o con apreciables diferencias) por los paisanos al regresar. Ese enriquecimiento de la identidad es un signo de elaboración del duelo.

5. El duelo migratorio conlleva a conductas infantiles
El proceso migratorio se está sometido a un sin fin de cambios y adaptaciones. Es frecuente sentirse abrumado e inseguro. Las conductas regresivas o infantiles expresan una búsqueda de apoyo y ayuda.

Las conductas regresivas más frecuentes son: dependencia, comportamiento sumiso, quejas y protesta infantil ante situaciones de frustración y dolor. Estas regresiones no se deben confundir con incapacidad o debilidad, sino como reacción a una fuerte presión, tensión y estrés ambiental.

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