Al hablar de duelo migratorio, se utilizan distintas denominaciones para hacer referencia a la pérdida que sufren las personas que se ven abocadas a abandonar su ciudad/país y emigrar: "Síndrome de Ulises", "duelo migratorio", "mal del inmigrante", "síndrome del emigrante", "morriña", "melancolía", "nostalgia del extranjero", "el bajón de los seis meses", entre otros.
Este no es un fenómeno nuevo, es tan antiguo como el hombre mismo, en la medida que éste siempre se ha visto atrapado entre dos pulsiones polarizadas: la necesidad/deseo de conocer y explorar nuevos territorios y el deseo/necesidad de echar raíces y afincarse en los territorios conocidos.
En muchas ocasiones, antes de la partida el emigrante suele idealizar (o le idealizan) el destino. Pero al llegar, no todo es como se imaginaba. Se encuentra frecuentemente con condiciones difíciles de vida, con problemas para encontrar trabajo, problemas de regularización, de vivienda, del idioma, presiones externas, dificultades de adaptación, rechazo, exclusión, en fin. Todo esto dificulta la aceptación de la nueva situación y la integración del distanciamiento respecto de su lugar de origen.
Transcurridos los primeros momentos, aparece la nostalgia, generalmente acompañada de tristeza, llanto, cambios de humor, sentimientos de culpa, ideas de muerte y somatizaciones. El proceso migratorio es un cambio muy drástico. Todos los cambios están llenos de ganancias y pérdidas, de riesgos y beneficios.
Integrar las pérdidas requiere un proceso de reorganización interna. Este proceso de reorganización (duelo) no se resuelve sólo con conseguir un buen trabajo y una situación social estable. Sin duda, si los beneficios superan las pérdidas, el duelo resulta menos dificultoso, ya que habrá una tendencia a sopesar y reducir el sufrimiento con aquello que se está logrando.
En ocasiones el inmigrante sobredimensiona e idealiza el lugar de origen, cultivando una forma errónea de nostalgia como refugio y resistencia protectora frente a las agresiones del nuevo medio. No se trata de una conservación de las raíces, sino que el nostálgico retrasa la reestructuración de su nueva vida tanto más cuanto más prolonga sus duelos.
Si las circunstancias de acogida son favorables - integración social y académica o laboral -, la nostalgia de lo perdido se contrarresta con el logro de las metas, esto ayuda en el proceso re-estructurante. El individuo se siente dueño de su libertad y capaz de controlar su destino.
Sin embargo, cuando se prolongan las incertidumbres, la inseguridad, la nostalgia aflora de manera más viva debilitando el proyecto de asentarse en una tierra que le es completamente ajena. El proyecto del regreso se hace más presente y el sufrimiento del día a día se hace más insoportable.
Para ningún duelo es recomendable el olvido y ocurre lo mismo para el duelo migratorio. La elaboración de los duelos se caracteriza por un equilibrio entre la asimilación de lo nuevo y la reubicación de lo dejado atrás. Es un proceso complejo de elaboración, de integración, no exento de dolor y de sufrimiento.
El duelo migratorio no es un tipo de duelo único, sino que cada persona lo vive de manera distinta. Influyen muchos factores: los recursos personales de cada cual, las redes sociales de apoyo, el nivel de integración social, las condiciones de vida y las condiciones dejadas atrás.
Este no es un fenómeno nuevo, es tan antiguo como el hombre mismo, en la medida que éste siempre se ha visto atrapado entre dos pulsiones polarizadas: la necesidad/deseo de conocer y explorar nuevos territorios y el deseo/necesidad de echar raíces y afincarse en los territorios conocidos.
En muchas ocasiones, antes de la partida el emigrante suele idealizar (o le idealizan) el destino. Pero al llegar, no todo es como se imaginaba. Se encuentra frecuentemente con condiciones difíciles de vida, con problemas para encontrar trabajo, problemas de regularización, de vivienda, del idioma, presiones externas, dificultades de adaptación, rechazo, exclusión, en fin. Todo esto dificulta la aceptación de la nueva situación y la integración del distanciamiento respecto de su lugar de origen.
Transcurridos los primeros momentos, aparece la nostalgia, generalmente acompañada de tristeza, llanto, cambios de humor, sentimientos de culpa, ideas de muerte y somatizaciones. El proceso migratorio es un cambio muy drástico. Todos los cambios están llenos de ganancias y pérdidas, de riesgos y beneficios.
Integrar las pérdidas requiere un proceso de reorganización interna. Este proceso de reorganización (duelo) no se resuelve sólo con conseguir un buen trabajo y una situación social estable. Sin duda, si los beneficios superan las pérdidas, el duelo resulta menos dificultoso, ya que habrá una tendencia a sopesar y reducir el sufrimiento con aquello que se está logrando.
En ocasiones el inmigrante sobredimensiona e idealiza el lugar de origen, cultivando una forma errónea de nostalgia como refugio y resistencia protectora frente a las agresiones del nuevo medio. No se trata de una conservación de las raíces, sino que el nostálgico retrasa la reestructuración de su nueva vida tanto más cuanto más prolonga sus duelos.
Si las circunstancias de acogida son favorables - integración social y académica o laboral -, la nostalgia de lo perdido se contrarresta con el logro de las metas, esto ayuda en el proceso re-estructurante. El individuo se siente dueño de su libertad y capaz de controlar su destino.
Sin embargo, cuando se prolongan las incertidumbres, la inseguridad, la nostalgia aflora de manera más viva debilitando el proyecto de asentarse en una tierra que le es completamente ajena. El proyecto del regreso se hace más presente y el sufrimiento del día a día se hace más insoportable.
Para ningún duelo es recomendable el olvido y ocurre lo mismo para el duelo migratorio. La elaboración de los duelos se caracteriza por un equilibrio entre la asimilación de lo nuevo y la reubicación de lo dejado atrás. Es un proceso complejo de elaboración, de integración, no exento de dolor y de sufrimiento.
El duelo migratorio no es un tipo de duelo único, sino que cada persona lo vive de manera distinta. Influyen muchos factores: los recursos personales de cada cual, las redes sociales de apoyo, el nivel de integración social, las condiciones de vida y las condiciones dejadas atrás.
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