lunes, 9 de noviembre de 2009

Algunas preguntas frecuentes de mamás con bebés I

¿Por qué el bebé de mi hermana, que es de la misma edad que el mío, hace más cosas?

El ritmo de desarrollo de cada bebé – y de cada persona- es tan único y personal como ella misma. Por ejemplo se sabe que la aparición de los dientes puede iniciarse entre los cinco y los nueve meses, pero esto es un promedio. Algunos bebés inician este proceso antes, incluso hay bebés que nacen con uno o dos dientes, que en realidad no son sino calcificaciones en las encías que deben extraerse, porque no están suficientemente fijas y hay peligro de que el bebé las trague.

El proceso de dentición es muy largo; termina con la aparición de las muelas del juicio. Sabemos que estas muelas están en proceso de mutación o extinción y para algunas personas es necesario extraerlas, para otras no son molestas y hay quienes nacen sin ellas.

Nada de esto se puede cambiar… dentro del rango de lo normal, aceptamos con facilidad estas diferencias, aunque quizá fuese más conveniente que al bebé le salieran los dientes antes de las vacaciones para irnos tranquilos de viaje o que le salieran pronto para que ya pudiera masticar y no tuviésemos que hacer papillas o comidas especiales.

Esto mismo pasa con la mayoría de los procesos de crecimiento y aprendizaje, y es muy importante aceptar estas diferencias sin sobreestimular porque irritamos el sistema nervioso. También es muy importante no frenar, porque diminuimos la autoestima y el potencial personal. Lo conveniente es observar de cerca el progreso personal, estimular y motivas sin abusos. Se trata de reconocer y aceptar la distancia entre lo que queremos y lo que podemos.

Es igual de importante enseñar al bebé a descansar, a cultivar la calma y la paciencia, a estar tranquilo y no siempre en actividad física desgastante.

¿Cuál es la diferencia entre lo que mi bebé necesita y lo que quiere?
Cuando se habla de observar con atención para responder a las necesidades del bebé nos referimos exactamente a eso: el bebé puede necesitar proteínas, es decir, carne, pero él quiere un caramelo que en realidad no necesita, sino glucosa, pero no azúcar refinada con colorantes.

Durante la crianza habrá momentos en que debamos dar al bebé lo que necesita aunque no le guste (por ejemplo, una medicina o una vacuna) y también habrá momentos en que demos al bebé lo que quiere, sólo por el placer de compartir.

¿Qué son los límites contenedores? ¿Cómo se aplican?
Un límite contenedor es la aplicación correcta que hacemos los adultos de la ley, es decir, las reglas del juego. Hacemos esto porque por nuestra experiencia podemos predecir y controlar algunas cosas, entre ellas el peligro, porque los límites marcan el camino por seguir, porque favorecen la socialización y la convivencia, porque dan seguridad y porque enseñan.
Pero, hay muchas variable en la ley y lo límites: una ley es algo definitivo, no negociable, aunque no tenga explicación posible para un bebé que apenas empieza a balbucear o para un niño/a de 2 o 3 años de edad.

Una ley puede ser, como decíamos antes, “toma el antibiótico”, “déjate poner la vacuna”, “no juegues con cuchillos”, en fin, todo lo que tiene que ver con la seguridad física y psicológica del bebé.

Este tipo de ley para bebés y niños pequeños no se da con justificaciones nacidas de la culpa del adulto o con miedo al berrinche o a la pérdida de afecto o con larguísimos discursos incomprensibles que rebasan su capacidad de concentración. Esta ley se da de forma sencilla y contundente, con la seguridad suficiente para que sea aceptada o cumplida, aunque haya llanto de por medio.

El llanto es un lenguaje y debemos entenderlo así. Si me inyectan o me quitan un objeto brillante y atractivo, como puede ser el cuchillo, hay frustración o dolor y el llanto es una forma de expresarlo.

La ley, aunque a veces no guste a los niños, en el fonda da la seguridad de que el adulto sabe más y los cuida o los contiene.

De hecho, es más fácil aplicar la ley que poner límites porque una ley no se mueve y un límite sí. Un límite va cambiando de acuerdo con la situación, es flexible, negociable. Por ejemplo, es conveniente que el bebé se bañe todos los días a las 7pm, pero si hay visitas y está jugando con otros bebés, el baño puede esperar. Es conveniente que el bebé tome una siesta a media mañana, pero si estamos en medio de un paseo interesante, la siesta puede esperar. Es conveniente que el bebé tenga una dieta balanceada, pero si está en una fiesta, ese día la alimentación puede variar.

En realidad, los límites se apoyan n el sistema de actitudes del adulto y éste, a su vez, en la escala de calores y sentido de la ética del adulto.

No podemos exigir al bebé lo que no nos exigimos a nosotros mismos y tampoco podemos darle lo que no nos damos a nosotros mismo. Por ejemplo, si yo me respeto y reconozco en mí una seguridad personal y una autoestima adecuada, lo más probable es que de forma natural respete a mi bebé y reconozca en él aquellas conductas que favorecen su seguridad personas y su autoestima. Si soy un adulto curioso y explorador, lo más probable es que de forma natural estimule a mi bebé a explorar y curiosear.

Reconoceremos estas conductas en él porque las reconocemos primero en nosotros mismos y las disfrutamos.

El trabajo en el establecimiento de leyes y límites se hace en pareja. Los padres tienen que estar de acuerdo con las cosas que van a prohibir, las que van a permitir y las que van a promover. Esto es de suma importancia para la seguridad psicológica del bebé, la consistencia y la congruencia son la clave del éxito en la relación de la comunicación efectiva.

Algo más acerca de cómo se construye la seguridad personal: en el momento de la concepción, el microscópico óvulo fecundado se encuentra flotando en el universo que es el útero materno, el primer registro de seguridad que tenemos, aunque no lo recordemos de forma consciente, es cuando el óvulo fecundado flota por ese universo, pero no se pierde; se siente contenido porque choca contra las paredes del útero que lo contiene, es decir, el útero es el continente de seguridad de ese microscópico óvulo.

Así, poco a poco se va desarrollando el proceso de gestación, la placenta se adhiere al útero y el feto flota seguro dentro de este continente, del cual reconoce el espacio porque lo toca y es tocado por él.

Eventualmente, el espacio seguro de este primer continente se vuelve muy estrecho e incómodo y para que la vida y el desarrollo continúes no hay más remedio que salir de ahí en busca de un nuevo continente más amplio.

Este segundo continente ya no es tan concreto como el anterior, es simbólico. Es decir, se reconoce de distintas maneras, no solamente las fronteras concretas de las frazaditas y pañales que cubren al bebé, sino también a partir de los cuidados del adulto.

Cada vez que el bebé es tocado o acariciado, reconoce su cuerpo, sabe dónde empieza y dónde termina, distingue entre el frío y el calor, identifica así las fronteras kinestésicas de su cuerpo, pero a través de la voz del adulto identifica también las fronteras auditivas y los cambios de luz lo hacen identificar las fronteras visuales de este nuevo continente que pareciera ser u nuevo universo.

Poco a poco se va dando el proceso de diferenciación y, para que el desarrollo la vida siga, llegará el momento en que este continente sea demasiado estrecho y haga falta romper las fronteras para ir en busca de nuevas conquistas y de un nuevo continente de seguridad.

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