lunes, 26 de octubre de 2009

Depresión en Población Migrante

"Los primeros momentos, todo era nuevo, donde estaba estudiando era bonito, tantos monumentos, ver tanta tradición, de repente veía mucha actividad... A mí me dijeron lo de la crisis de los seis meses. Me preguntaba: ¿qué estoy haciendo acá?, ¿para qué he venido?, ¿para qué estoy aquí?” (Inmigrante peruana)

Las depresiones que experimenta la mayoría de las personas durante el curso natural de su vida casi siempre se asocian con sentimientos de tristeza y soledad, así como con otros síntomas, como falta de energía, pérdida de interés en las actividades normales y otros.

Algunos de los síntomas más frecuentes asociados con la depresión son: dificultad para concentrarse, dormir poco o más de lo normal, sensación de desesperación, inutilidad o culpa, subir o bajar de peso anormalmente, inquietud o agitación y pensamientos suicidas o deseos de hacerse daño a sí mismo.
La migración es un fenómeno que por su propia naturaleza puede poner a las personas en mayor riesgo de padecer depresión leve o grave. El impacto de adaptarse a una cultura y ambiente nuevos puede hacer que los migrantes se sientan aislados y solos – aun cuando puedan vivir con familiares, amigos o gente nueva.

Es importante acotar que la migración por sí misma no es factor determinante de depresión en las personas, ya que esta problemática puede ser desencadenada por una o más razones además de la migración u otros tipos de estrés en la vida, entre los cuales están antecedentes de depresión en la familia, historias previas de depresión antes de migrar, enfermedades físicas y otros trastornos, pensamientos negativos sobre uno mismo, así como el uso o abuso de alcohol y otras drogas, incluyendo algunas medicinas.

Señales del “duelo migratorio”

Al igual que el resto de los duelos, no todo el mundo los vive de la misma manera, no en todas las personas tienen la misma intensidad, no todo el mundo pasa por las mismas vivencia. Esto depende de muchos factores: el estilo de afrontamiento, los rasgos de personalidad, las circunstancias contextuales, las redes sociales, etc.

Sin embargo, se han descrito una serie de circunstancias personales y sociales que, en conjunción, actúan como formas de predicción de duelo migratorio:
  • Desorientación temporal – espacial prolongada
  • Incomunicación con la población de origen y asilamiento
  • Dificultad para encontrar vivienda o vivir en condiciones insalubres o hacinados
  • Dificultad para establecer un ritmo de vida normalizado
  • Soledad, sentimiento de fracaso y de miedo
  • Sentimiento de tener que luchar para sobrevivir por estar sometido a condiciones de explotación o humillación.

Junto con la confluencia de los factores anteriormente señalados que actúan como predictores, habría que señalar algunas de las expresiones sintomáticas frecuentes cuando el duelo ya es manifiesto:

  • La tristeza. Es un estado de ánimo que tiene que ver con lo dejado atrás, con la dificultad para conseguir el proyecto migratorio.
  • El llanto.
  • La culpa.
  • La ansiedad está ligada a la lucha intensa por conseguir los objetivos propuestos, de igual manera está ligada al miedo por los peligros, discriminaciones e incertidumbres que se viven en torno a muchos procesos migratorios. La ansiedad también se refleja en torno al choque cultural y al grado de tolerancia a la frustración que tenga cada cual.
  • La irritabilidad está relacionada con la magnitud de las frustraciones a las que se debe hacer frente. La falta de autonomía, la falta de recursos económicos, las jornadas de trabajo inacabables pueden ser generadoras de irritabilidad.
  • Miedo, confusión y preocupación. El miedo está presente en buena parte del duelo migratorio, aparece y desaparece o se aminora. Los síntomas de confusión son frecuentes, sobre todo en los primeros momentos de estancia en el lugar de acogida. El hacer cosas diferentes, en lugares diferentes, con personas diferentes favorece la confusión. La pérdida de referencias ayuda en este proceso de confusión. Y las preocupaciones tienen que ver con el alto nivel de presión que se recibe.
  • El sentimiento de culpa. Corresponde con sentimientos de dejar abandonados a personas queridas. Los sentimientos de culpa se pueden avivar cuando la persona inmigrante toma contacto con esas personas víctimas del "abandono" y se produce algún tipo de reproche real o fabulado por el propio inmigrante. El sentimiento de culpa dificulta el disfrute en la sociedad de acogida, este sentimiento obstaculiza, limita, castra los momentos de diversión o alegría que se puedan dar, sobre todo en los primeros momentos de la estancia

Junto a lo ya señalado habría que destacar otras expresiones sintomáticas características:

a. La fatiga, el cansancio, falta de fuerza o incapacidad para seguir adelante.
b. La pérdida o aumento del apetito.
c. Dolores de cabeza frecuentes.
d. Las ideas de muerte y suicidio no son síntomas frecuentes, aunque en ocasiones son pensamientos recurrentes.
e. La sensación de soledad, aun en compañía. El crear nuevas relaciones supone el riesgo de generar arraigo y no siempre se está dispuesto a echar raíces, por cuanto esto supone negar o dificultar la posibilidad de volver, de regresar. Sin embargo, el establecer nuevas relaciones no resulta tan fácil. El problema del idioma, la pobreza de redes sociales, el desconocimiento de las maneras de "ser y estar" de la sociedad de acogida. La falta de los resortes fundamentales para establecer vínculos, especialmente la familia y los compañeros de trabajo, pueden generar una enorme sensación de soledad.
f. La alteración frecuente del sueño. Problemas para conciliar el sueño, el despertar precoz, el sueño entrecortado y jalonado de pesadillas son síntomas frecuentes en el duelo migratorio.
g. La pérdida de memoria es un síntoma poco frecuente y que en ocasiones se asocia a situaciones de estrés postraumático, en este caso, cuando el viaje migratorio es especialmente peligroso.
h. Los desajustes fisiológicos varios. Dolores gástricos, malestar intestinal, cansancio, hipertensión, vómitos, dolores musculares, amenorrea, ulceraciones, dermatitis, caída del pelo, muy asociados todos a factores de tensión y de depresión.

lunes, 19 de octubre de 2009

¿Qué es el “duelo migratorio”?

Al hablar de duelo migratorio, se utilizan distintas denominaciones para hacer referencia a la pérdida que sufren las personas que se ven abocadas a abandonar su ciudad/país y emigrar: "Síndrome de Ulises", "duelo migratorio", "mal del inmigrante", "síndrome del emigrante", "morriña", "melancolía", "nostalgia del extranjero", "el bajón de los seis meses", entre otros.

Este no es un fenómeno nuevo, es tan antiguo como el hombre mismo, en la medida que éste siempre se ha visto atrapado entre dos pulsiones polarizadas: la necesidad/deseo de conocer y explorar nuevos territorios y el deseo/necesidad de echar raíces y afincarse en los territorios conocidos.

En muchas ocasiones, antes de la partida el emigrante suele idealizar (o le idealizan) el destino. Pero al llegar, no todo es como se imaginaba. Se encuentra frecuentemente con condiciones difíciles de vida, con problemas para encontrar trabajo, problemas de regularización, de vivienda, del idioma, presiones externas, dificultades de adaptación, rechazo, exclusión, en fin. Todo esto dificulta la aceptación de la nueva situación y la integración del distanciamiento respecto de su lugar de origen.

Transcurridos los primeros momentos, aparece la nostalgia, generalmente acompañada de tristeza, llanto, cambios de humor, sentimientos de culpa, ideas de muerte y somatizaciones. El proceso migratorio es un cambio muy drástico. Todos los cambios están llenos de ganancias y pérdidas, de riesgos y beneficios.

Integrar las pérdidas requiere un proceso de reorganización interna. Este proceso de reorganización (duelo) no se resuelve sólo con conseguir un buen trabajo y una situación social estable. Sin duda, si los beneficios superan las pérdidas, el duelo resulta menos dificultoso, ya que habrá una tendencia a sopesar y reducir el sufrimiento con aquello que se está logrando.

En ocasiones el inmigrante sobredimensiona e idealiza el lugar de origen, cultivando una forma errónea de nostalgia como refugio y resistencia protectora frente a las agresiones del nuevo medio. No se trata de una conservación de las raíces, sino que el nostálgico retrasa la reestructuración de su nueva vida tanto más cuanto más prolonga sus duelos.

Si las circunstancias de acogida son favorables - integración social y académica o laboral -, la nostalgia de lo perdido se contrarresta con el logro de las metas, esto ayuda en el proceso re-estructurante. El individuo se siente dueño de su libertad y capaz de controlar su destino.

Sin embargo, cuando se prolongan las incertidumbres, la inseguridad, la nostalgia aflora de manera más viva debilitando el proyecto de asentarse en una tierra que le es completamente ajena. El proyecto del regreso se hace más presente y el sufrimiento del día a día se hace más insoportable.

Para ningún duelo es recomendable el olvido y ocurre lo mismo para el duelo migratorio. La elaboración de los duelos se caracteriza por un equilibrio entre la asimilación de lo nuevo y la reubicación de lo dejado atrás. Es un proceso complejo de elaboración, de integración, no exento de dolor y de sufrimiento.

El duelo migratorio no es un tipo de duelo único, sino que cada persona lo vive de manera distinta. Influyen muchos factores: los recursos personales de cada cual, las redes sociales de apoyo, el nivel de integración social, las condiciones de vida y las condiciones dejadas atrás.

Características del “duelo migratorio”

1. Es un duelo parcial, recurrente y múltiple
Es un duelo parcial en tanto que el "objeto" de la pérdida no desaparece como tal y para siempre, sino que existe la posibilidad de reencuentro. Las pérdidas del inmigrante son amplias y reducidas al mismo tiempo. Amplias, ya que la inmigración trae pérdidas de todo tipo. Reducidas, ya que el alcance no es de muerte en sí misma.

Las pérdidas de la inmigración no son tan claras, completas o irrevocables, sino que se trataría de una "pérdida ambigua". En este caso, el objeto del duelo (el lugar de origen) no desaparece, no se pierde propiamente para el individuo, pues permanece donde estaba y es posible contactarlo e incluso volver a él. Se trataría, pues, más de una separación que de una pérdida definitiva en sí misma.

Realmente el duelo migratorio es una separación en el tiempo y el espacio del lugar de origen donde (según las circunstancia) cabe la posibilidad del reencuentro temporal o definitivo. Es un duelo recurrente, con gran facilidad para reactivarse. Esta dimensión incorpora una enorme complejidad al proceso de elaboración, ya que el duelo siempre se está reabriendo: el contacto telefónico, Internet, los viajes esporádicos, la llegada de paisanos hacen que el vínculo se reavive.

Más recurrente se vuelve el duelo cuando las circunstancias en el lugar de destino no marcha bien, es muy común que aparezca la "fantasía del regreso”, tanto más fuerte cuanto más contactos recurrentes.

Es un duelo múltiple, se pierden muchas cosas a la vez, todas valiosas, importantes, significativas:

a. El duelo por la familia y los amigos
b. El duelo por la lengua
c. El duelo por la cultura: Se siente una pérdida por aquellos hábitos, valores, formas de vida conocidas.
d. El duelo por la tierra: Este tipo de duelo entiende la "tierra" en sentido amplio: los paisajes, los colores, los olores, la luminosidad.
e. El duelo por el nivel social
f. El duelo por la pérdida del proyecto migratorio: El no poder llegar a conseguir los objetivos por los cuales emprendieron el viaje es un factor desestabilizador, a la vez que estresante y que llena de culpa.
g. El duelo por no poder regresar: El sentimiento y el deseo de volver siempre está, no se abandona nunca. Para los que pueden regresar, esa visita momentánea no siempre satisface el deseo de volver (en algunos casos ese reencuentro y la nueva marcha se vive como otra verdadera pérdida y un reinicio del duelo).

2. Se vive en ambivalencia
Es posible que el inmigrante vaya desarrollando su proyecto migratorio. Los logros, los éxitos parciales resultan reconfortantes, no obstante, en ocasiones producen emociones contradictorias: alegría-tristeza; logros-desesperanza; ausencia-presencia. El inmigrante vive entre la adhesión y la resistencia hacia el lugar de acogida.

Así mismo, es frecuente que se idealice el lugar de origen o bien sienta rabia por haber tenido que marchar, por no ofrecerle las condiciones necesarias para su desarrollo. La ambivalencia entre el origen y el destino puede ser continua; ésta puede estar presidida por emociones diversas: frustración, añoranza, enfado, deseo.

3. El duelo migratorio no solo lo sufre quien emigra, sino también los que se quedan
Los que se quedan en el lugar de origen notan la ausencia de quien se marchó, viven la separación de manera dolorosa. La comunicación intermitente reaviva el dolor. La fantasía del regreso, del reencuentro, del reagrupamiento aviva y prolonga los duelos.

4. El duelo migratorio afecta a la identidad
Todos los duelos generan cambios en la identidad del sujeto. Si el duelo se elabora correctamente la persona crece, se enriquece, incorporando un gran repertorio de habilidades, recursos y vivencias que le ayudan para cuando se presenten nuevos duelos. Además estos aprendizajes le sirven para conectar con otras personas en duelo y poder orientarlas o al menos saber comprenderlas.

Entendemos por identidad, el conjunto de autorepresentaciones que permiten que el individuo se sienta, por una parte, como semejante y perteneciente a determinadas comunidades de personas y, por otra parte, diferente y no perteneciente a otras.

La identidad se adquiere en una combinación de lo espacial, lo temporal y lo grupal. En estos tres elementos la migración afecta profundamente. La identidad es siempre un proceso inacabado, es una construcción constante, ésta surge de la asimilación exitosa. Si se consigue elaborar adecuadamente el duelo migratorio, se ha construido una nueva identidad más compleja y más rica.

No tiene por qué ser antagónica con la identidad previa al proceso migratorio, si bien en muchas ocasiones no es reconocida (o con apreciables diferencias) por los paisanos al regresar. Ese enriquecimiento de la identidad es un signo de elaboración del duelo.

5. El duelo migratorio conlleva a conductas infantiles
El proceso migratorio se está sometido a un sin fin de cambios y adaptaciones. Es frecuente sentirse abrumado e inseguro. Las conductas regresivas o infantiles expresan una búsqueda de apoyo y ayuda.

Las conductas regresivas más frecuentes son: dependencia, comportamiento sumiso, quejas y protesta infantil ante situaciones de frustración y dolor. Estas regresiones no se deben confundir con incapacidad o debilidad, sino como reacción a una fuerte presión, tensión y estrés ambiental.

lunes, 12 de octubre de 2009

¿Ser universitario es un factor de riesgo para el bienestar emocional?

Es una meta de la adolescencia llegar a elaborar una identidad propia, parte de esto es encontrar una profesión que ayude a la definición personal y permita un tránsito adecuado hacia el mundo adulto. Sin embargo, estudios realizados en estudiantes universitarios de Lima demostrarían que ésta población tiende a ser más vulnerable a ciertos factores psicológicos de riesgo.


El estudio “Características sociodemográficas y niveles de depresión en estudiantes ingresantes a la UNMSM a través de la escala CES-D” (Riveros, 2003) arrojó que de una muestra 382 alumnos el 40% está propenso a desarrollar un cuadro depresivo. Así mismo, Amézquita y cols (2003) evaluaron una muestra de 625 estudiantes de diferentes programas académicos encontrando una prevalencia del 49,8% para depresión, 58,1% para ansiedad y 41% para ideación suicida.

En este segundo estudio, las asociaciones para depresión y ansiedad que resultaron estadísticamente significativas fueron: sexo femenino, pérdidas afectivas, insatisfacción con la carrera, dificultades en las relaciones con compañeros y docentes, responsabilidades académicas y comportamiento suicida.

Así mismo, en los estudiantes universitarios la depresión puede constituir un problema importante, pues al malestar psicológico del individuo se agrega la imposibilidad de obtener un rendimiento académico satisfactorio, ya que las funciones cognoscitivas quedan alteradas.
Varios estudios indican que la frecuencia de los cuadros depresivos es mayor en la población estudiantil que en la general. Entre los factores sociales externos que tienen mayor incidencia para generar depresión en universitarios se encuentra el elevado costo de los estudios y un mercado laboral muy limitado.

Así mismo y sin precisar cifras, es por todos conocidos el incremento en las tasas de depresión, suicidios, hogares desintegrados, violencia intrafamiliar y drogadicción en sus diferentes modalidades. A esto se le suma, en nuestro país, la situación de desarraigo cultural por el que pasan muchos de los adolescentes al venir a Lima para llevar a cabo sus estudios universitarios.
Es sabido que toda persona reacciona ante cualquier cambio importante de la vida; pero cuando estas reacciones alcanzan determinado grado de impacto y no son resueltas por los canales adecuados, propios de una personalidad madura, pueden considerarse como trastornos emocionales.

Existen grupos de personas que son más vulnerables, entre ellos se encuentran los adolescentes, en quienes aparecen otras formas de conducta y se expresan como problemas de relaciones familiares, sociales, sexuales, académicas y de trabajo.

Es muy importante que los padres o cuidadores estén muy atentos a aquellos cambios de ánimos, actitud o motivación de sus jóvenes hijos para que puedan conversar con ellos y/o pedir la asesoría de un especialista.
RIVEROS Q., Marcelino, HERNANDEZ V., Héctor e RIVERA B., José. Niveles de depresión y ansiedad en estudiantes universitarios de Lima metropolitana. Rev. Investig. Psicol. (Online), jun. 2007, vol.10, no.1, p.91-102. ISSN 1609-7475.

Yo? Celosa/o? Por favor!!!!

Es probable que más de una vez haya estado a merced del monstruo de los celos y haya sido alentado/a por sus amigos, hermanos o demás a “investigar” a su pareja, cual detective privado, o haya puesto más atención a ciertos cambios en él o ella.

Interesados en las diferentes reacciones que se pueden tener ante una infidelidad, investigadores de la universidad de Málaga decidieron hacer hincapié en las diferencias entre hombres y mujeres ante este difícil tema.

Básicamente, la investigación estuvo orientada a conocer las diferencias entre hombres y mujeres en las situaciones desencadenantes de celos, así como el proceso de comparación social inherente a dicha emoción. Con este objetivo, un total de 408 hombres y 415 mujeres, españoles, con una edad media de 38 años, respondieron ante una hipotética infidelidad, sexual o emocional, de su pareja con un supuesto rival, cuyas características de dominancia y atractivo físico fueron manipuladas por los investigadores.
De acuerdo con la hipótesis de partida, la infidelidad sexual es la que más celos e ira genera tanto a hombres como a mujeres, lo que coincide con el planteamiento sociocultural: la agresión al elemento pasional supone la amenaza a la exclusividad de la relación amorosa.

El análisis de las diferencias de género refleja una reacción de ira y de celos menor en los hombres ante la infidelidad emocional, lo que está apoyado por abundante bibliografía.
Sin embargo, no se ha encontrado en el presente trabajo apoyo empírico a la hipótesis de que exista mayor preocupación masculina ante la infidelidad sexual, siendo ésta la que más practican los hombres.

Respecto al proceso de comparación social con el rival, parece que la autoestima de hombres y mujeres corre mayor peligro ante rivales que no son sobresalientes en aquellos ámbitos que cada género considera como pilar de su identidad. Descubrir que nuestra pareja está interesada en un individuo no deseable socialmente es un duro golpe para la autovaloración personal.

Esto podría ser explicado por un peor ajuste social. Es más aceptable, desde el punto de vista social, que nuestra pareja sea infiel con una persona valorada; una aventura con una persona no deseable supone un mayor insulto y amenaza a la autoestima.

Las diferencias encontradas en cuanto a las características del rival en función del tipo de infidelidad sugieren que un tercero no valorado es el que más amenaza la autoestima, mientras que uno valorado amenaza la exclusividad relación. Diversas investigaciones proporcionan soporte empírico a la mayor importancia que los hombres dan al atractivo físico de ellas, así como al especial interés que las mujeres poseen por el poder adquisitivo de ellos. Parece que este tipo de demandas ha llevado a cada género a valorar más, en su autoconcepto, aquellas características que le aumentan la probabilidad de ser elegido/a como pareja.

También se han hallaron interesantes tendencias:

Existe aparentemente mayor sentimiento de inferioridad que presenta el hombre ante la infidelidad sexual, ya que podría ser indicador del daño al amor propio masculino. Esta dirección ha sido señala por diversos estudios que han reflejado como los hombres relacionan el sexo con los logros personales y el orgullo.

En la escala “miedo o inseguridad” se pregunta por el sentimiento de celos y de amenaza, siendo la única ocasión en que la mujer señala la situación emocional como la más estresante. Diversos autores defienden que para las mujeres el sentido de sí mismas y de su propia dignidad está fundado en su capacidad para crear y mantener relaciones, por lo que tienden a proteger la continuidad de la misma.

De esto se podría vislumbra una preocupación, amenaza y ansiedad más alta ante la infidelidad emocional para la mujer, mientras que el hombre se siente más avergonzado, infravalorado e inferior ante la sexual.

Finalmente, el análisis de las diferencias entre sexos refleja: una respuesta emocional de mayor intensidad en las mujeres; tendencias en los hombres a manifestar una preocupación menor por la infidelidad emocional y la percepción de amenaza a su autoestima ante la infidelidad sexual; una mayor sensación de peligro para la continuidad de la relación por parte de las mujeres ante la infidelidad emocional. También se ha observado que un rival no valorado, en aquellos campos de autodefinición de cada sexo, suscita un mayor sentimiento de inferioridad.

* Información adaptada del trabajo “Reacción de celos ante una infidelidad: diferencias entre hombres y mujeres y características del rival” de los autores Patricia García Leiva, Luis Gómez Jacinto y Jesús Mª Canto Ortiz. Paper publicado en Psicothema 2001 vol 13 N4 Págs 611- 616.

lunes, 5 de octubre de 2009

Tatuaje y adolescencia: ¿Moda o síntoma?

En el área de la personalidad, tanto las tempranas experiencias corporales como la presencia de un entorno cálido y consistente resultan importantes para la constitución de una imagen corporal que forma parte de nuestra forma de ser y actuar en el mundo, no menos relevante es que el cuerpo responde a un discurso social que nos hace partícipes de un imaginario colectivo.

En líneas generales, el tatuaje posibilita externalizar un amplio espectro de situaciones afectivas a la vez que constituye, bajo ciertas circunstancias, un medio eficaz para ligar y dotar de representabilidad a estados internos de tensión y angustia. Por lo tanto, cumple esencialmente la función de un “operador psíquico” de distintos alcances. Se podría decir que la piel se utiliza como un espacio intermedio donde el dibujo adquiere un carácter de transicionalidad. Su aparición en la adolescencia correspondería a dos vertientes principales: el procesamiento de duelos y la temática de la identidad.

“Es mi cuerpo. Yo hago con mi cuerpo lo que quiera”
Los cambios puberales inciden en la experiencia corporal inmediata, es decir, se dan modificaciones en la apariencia física, y en la representación mental del cuerpo o la imagen corporal. Que este crecimiento físico pueda ser asimétrico y que haya un resultado final incierto o insatisfactorio, supone de por sí un motivo importante de frustraciones. Es en este contexto, en el que aun prevalecen vivencias de ajenidad, cuando es más probable que se presente la inclinación a tatuarse.


Esto apoyaría la idea de un desfase entre los cambios corporales y la posibilidad de duelar la pérdida del cuerpo infantil. Así, a la falta de una elaboración mental que requiere otros tiempos, la naciente representación de un cuerpo adulto es tramitado a través de un acto concretizado en la piel.

“Me hace sentir seguro tener un dragón en mi cuerpo. Cambias de personalidad”
En cuanto al procesamiento de las nociones edípicas, la elección del diseño ilustra el predominio de ciertas identificaciones y pueden constituir una manera de contrarrestar un conflicto subyacente en el armado de la identidad sexual:
  • Tatuajes que revelan un simbolismo fálico en las mujeres: cobra, serpientes
  • Tendencias pasivo-femeninas en los hombres: Piolín, Hello Kitty
  • Tatuajes que reflejan fantasías de bisexualidad: seres o animales mitológicos, ángeles
  • Las inscripciones alusivas a nombres de uno o ambos padres o el tatuar sus rostros nos hablan de la persistencia de lazos edípicos.
Así mismo, cierta cuota de la omnipotencia infantil tiende a conservarse en la cualidad mágica del tatuaje, a veces expresada explícitamente, esto es, desde adquirir las cualidades que se le atribuyen al dibujo, hasta vivenciar que mediante el tatuaje ocurre una transformación radical en el sentir actuar del sujeto tatuado.

Otros diseños que representan momentos felices, sean de unión familiar, de la pareja, un nacimiento, etc. estarían expresando un modelo idealizado de vida, así como la fantasía de perduración de dichos momentos. Así mismo, el tatuaje también puede aparecer frente a pérdidas reales como recuerdo simbólico y eterno.

“El tatuaje es un sentimiento. No cualquiera se hace un tatuaje”

Con respecto al tema de la identidad, un primer tema es que, por sus mismas características cambiantes, la adolescencia es una etapa de crisis en la identidad que normalmente culmina en una mayor estabilidad personal. Por esto, son esperables y deseables los intentos de autoafirmación. El punto aquí es cómo el tatuaje advino en una de los medios privilegiados para expresarla.

Existe un acento colocado en lo vivencial, pareciera que existe una experiencia subjetiva que refuerza un sentido de mismidad. También está presente un efecto de apuntalamiento de la autoestima, donde el dibujo representando asume a menudo la función de compensar sentimientos de desvalorización. Otro aspecto a tener en cuenta es la necesidad de identificarse con algo o alguien y la búsqueda de una pertenencia grupal.

* Texto adaptado del libro “Tatuajes. Una mirada psicoanalítica” de Silvia Reisfeld, publicado en el 2004.

Entre padres y padres sustitutos

“Yo he tenido que hacer de mamá y papá” Cuántas veces escuchamos esto de parte de madres que han tenido que adoptar ambos roles paternos para criar a sus hijos. Es probable que sólo ellas sepan mejor que nadie que no es fácil reemplazar al padre y que a veces es imposible.

Si bien cuando nos referimos al padre estamos pensando en el padre biológico, esto no significa desconocer que hay situaciones – variadas y muchas – en que son otros los que cumplen las funciones paternas. Porque se trata de eso, de funciones que tiene el padre y que a veces las cumple otra u otras personas “en vez de”, “a falta de” o “además de” el padre biológico. En nuestra cultura, es difícil encontrar sustituto(s), ya que no resulta fácil aceptar el rol y menos realizarlo.

Hay grandes diferencias entre los padres y sus figuras sustitutas. Podemos mencionar que, por lo general, los padres son padres hasta que pierdan la vida, más allá de los altibajos que puedan presentarse en la familia (divorcios, separaciones, etc.), los sustitutos suelen aparecer y desaparecer con más facilidad, ya que suelen durar mientras las circunstancias los mantienen cerca del niño.

Cuando se habla del tema de las figuras paternas sustitutas, se señala que las funciones paternas pueden ser cumplidas por otros, como pueden ser el maestro, los abuelos, algún tío, vecino o amigos de la familia. Pero, salvo los parientes, el resto va y viene, cambian de domicilio y entonces estos vínculos pueden terminar de manera abrupta, dando paso a sensaciones de abandono y tristeza por parte del niño debido a la ausencia de esta figura. Es por esto, que se le debe de explicar, en sus propias palabras y según su nivel de desarrollo, el por qué de la situación de separación, con el fin de contrarrestar sentimientos de culpa, inseguridad, tristeza y abandono.

Alguien que suele (o intenta) ocupar el lugar del padre biológico, es el nuevo compañero de la madre y las cosas pueden no ser siempre fáciles para cada uno de los implicados. Empecemos por lo más simple de analizar, el tiempo. Si la pareja mantiene una relación estable y duradera, este aspecto no debería ser complicado, pero cuando las relaciones se van sucediendo, es muy posible que el niño se encariñe con los primeros, creyendo que le llegó la hora de tener padre a tiempo completo, pero luego a los que vengan después los irá recibiendo con indiferencia o rechazo.

Esto agravará la sensación de soledad y su desvalorización como persona, al tiempo que tensa la relación con su madre y con el mundo externo. En muchos casos se sentirá culpable de que nuevamente hayan “abandonado” a su madre o se sentirá insuficiente para reconfortarla ante el nuevo fracaso afectivo.

Siguiendo a la corriente psicoanalista, se podría analizar el caso de la mujer divorciada que pronto vuelve a tener pareja, con lo que el niño reencuentra un representante del sexo masculino que le permite retomar su desarrollo edípico. Hasta aquí podo parece estar bien, es decir, se tiene una figura externa, que servirá de referente para romper el lazo simbiótico madre-hijo y con la cual pueda ser fuente de identificación, afecto, contención y gratificación del niño. Pero podríamos preguntarnos si el niño puede ser capaz de “cambiar de padre” sin sentirse culpable de “matar” a su padre biológico.

Es importante considerar que uno no se transforma fácilmente en el hijo de cualquier hombre, a pesar de tener una necesidad de filiación innata. Es decir, este proceso de incorporar a un nuevo miembro a su familia, debe ser llevado por el niño de la manera más adecuada posible, con el fin de que se consolide un nuevo vínculo suficientemente sano y sólido. En muchas ocasiones se hace necesaria la ayuda de especialistas, sobre todo si el niño empieza a presentar conductas regresivas y/o agresivas en casa o en el colegio.

Adaptado del Libro Ser padres en el tercer milenio de Jorge Luis Ferrari (2007).