domingo, 15 de marzo de 2009

Mi experiencia de ser madre de adolescentes

Mi llamo Laura tengo 46 años y tres hijos, la mayor de 24, la segunda de 22 y el menor de 18 años. Sobre mi experiencia de ser madre de adolescentes, pienso que lo más difícil es reconocer que ya crecieron.

Me consideraba una mujer de mente abierta, moderna y buena madre, que lo sabía todo, que mis experiencias en la vida me hacían más sabia que mis hijos. Todo era lindo hasta que llegó la locura llamada “Adolescencia”.

Esperaba con muchas expectativas que mis hijos crecieran, pero cuando crecieron me parecía que todo lo que yo les decía estaba pasado de moda. Los portazos, las malas caras, las torcidas de cara y las frases: “Mamá, ya somos adultos”, “Mamá yo ya sé qué hacer, estoy cansado de que me repitas lo mismo” se hicieron cosas de todos los días.

Yo, con toda la cólera del mundo, pensaba “son adultos cuando les conviene, pero cuando me necesitan, me buscan para decirme que los ayude con esto o que los acompañe para acá”.

La situación con mi hija mayor fue la peor, tuvimos muchos pleitos. Yo quería controlar su vida, en el mejor sentido de la palabra, porque me parecía que estaba equivocada. Hasta en algún momento me pareció media alocada, cuando ella siempre había sido tan centrada. En realidad, tenía mucho miedo que le pase algo malo, esos miedos que tenemos todos los padres. Ella se resistía, se sublevaba, hubo momentos que nos dijimos cosas terribles, muy hirientes.

Parecía que todo era una guerra entre nosotras y yo no podía perder. Luego, pensaba en lo que me estaba convirtiendo y en cómo eso afectaba mi relación con ella, porque ya no sabía cómo hablar con ella, cómo llegar a ella, cómo enfrentar la realidad de que mi hija ya no pensaba como yo. Como adulta, pude darme cuenta que ella ya había crecido y que tendría que aprender de sus errores por sí misma.

Con mi segunda hija, las cosas eran más fáciles algunas veces. Ella siempre fue más dócil, pero también teníamos nuestros encontrones. Tiene un carácter tranquilo, pero cuando se molesta, se molesta. A veces no pensamos lo mismo, pero conversamos y lo arreglamos porque respetamos lo que cada una piensa.

Por último mi hijo de 18 años, con él no sé qué hacer. Mis hijas dicen que es mi preferido, pero si a los tres los amo igual. Tal vez, él es especial porque es mi único hijo hombre y el menor.

Mis hijas me dicen: “Te agarro cansada” o “por cosas menores a nosotras nos hubieras castigado”. Sin embargo, con él todo es más difícil, sobre todo la comunicación. Es mudo! Al menos con mis hijas discutía, pero él no habla. Ese es un problema que mantenemos hasta hoy.

Con todo lo que les he contado, pienso que la adolescencia es una etapa que hay que tratar de comprender. Muchas veces me pregunto si seré buena madre, si lo habré hecho bien o si acaso me estaré equivocando. Lo único que sé es que no me arrepiento de tener tres hijos maravillosos a quienes adoro con todo mi corazón.

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