domingo, 15 de marzo de 2009

Teorías psicosociales sobre el envejecimiento



La consideración del envejecimiento como proceso de transformación esencialmente físico y biológico ha producido que los aspectos geriátricos sean los que hayan primado en el abordaje científico del envejecimiento.
Es a partir de la década de los 60 que teorías de la psicología social, tales como el interaccionismo simbólico o la teoría de la vejez como subcultura, entre otras, pretenden completar el estudio tradicional del proceso de envejecimiento desde un nuevo enfoque. En esta línea, se incorporan al estudio aspectos como la actividad social, la imagen y rol sociales de las personas mayores, así como su autoconcepto, autoestima o satisfacción vital en función a su participación en la sociedad.
La primera de estas aportaciones psicosociales al estudio del envejecimiento es la Teoría de la Desvinculación (Disengagement Theory). Desarrollada al inicio de los años 60 por un grupo de investigadores sociales pertenecientes al Comité de Desarrollo Humano de la Universidad de Chicago - Cumming, Henry, Havighurst y Neugarten. Este grupo, al tener en cuenta que la mayor parte de los ancianos continuaban viviendo en la comunidad social durante toda su vida, planteó la necesidad metodológica de estudiar a las personas mayores en su ambiente natural de forma continuada, dentro de su entorno cotidiano, y no en los hospitales, asilos o residencias. (15)
Los investigadores observaron un progresivo abandono con el paso de los años de una gran proporción de las actividades que formaban parte de la actividad diaria de las personas evaluadas. Así, su argumento central se basó en la desvinculación o desconexión como un proceso inevitable que acompaña al envejecimiento, en el que gran parte de los lazos entre el individuo y la sociedad cambian cualitativamente, se alteran o llegaban a romperse.
En este sentido, éste sería el proceso normal que tiene lugar durante el envejecimiento. El proceso de retirada, desconexión o desvinculación tendrá un carácter bidireccional, es decir, tanto de la sociedad hacia el individuo como del individuo hacia la sociedad. En esta línea, definirá posteriormente Cumming la "vinculación" (engagement) como: "la interpenetración entre una persona y la sociedad a la que pertenece" (16).
Según Cumming y Henry este distanciamiento es de carácter universal, es decir, los mayores de cualquier cultura son proclives a ciertas formas de distanciamiento social, adoptando modelos de interacción que conllevan la reducción de contactos sociales. Estos autores afirman que esta mutua desconexión es beneficiosa tanto para la sociedad, que de esta manera facilita la incorporación de otras generaciones a la compleja maquinaria social, como para la persona, que se ve liberada de una serie de compromisos y obligaciones sociales implícitas a su anterior rol más activo.
Desde un contexto más socioeconómico, la teoría de la Modernización (17), ha justificado esta desvinculación a partir del descenso del status del adulto mayor, como consecuencia de su dependencia social y económica, favorecida por una cultura basada en el trabajo y en el culto a la juventud (18).
El individuo "desvinculado", siempre y cuando asuma ese nuevo papel, tiene una sensación de bienestar psicológico. Es decir, conforme envejece, su acción en el plano social decrecerá voluntariamente en la misma medida, produciéndose un alejamiento mutuo de la sociedad y de la persona, que será percibido por el sujeto como "liberador" y que, por lo tanto, contribuirá a incrementar su satisfacción personal. Esta teoría afirma que las personas mayores desean precisamente esa reducción de los contactos y compromisos sociales, por lo que buscan la tranquilidad por medio de un aislamiento (19).
A esta teoría no le han faltado críticas, ya que basta analizar sus postulados para darse cuenta de sus inconsistencias al sostener afirmaciones tan dispares como, por ejemplo: que es un proceso que no depende de la cultura pero que va a verse limitado por ella (postulado n° 9); o que, en el mismo seno de la sociedad americana en la que se circunscribe, se verá matizada por las diferencias socioculturales que afectan a hombres y mujeres (postulado n° 3).
Las críticas también alcanzan al carácter global y permanente del proceso. En este sentido, Havighurst (20) destaca la necesidad de contemplar aspectos cualitativos. Es decir, para este autor lo que se produce no es tanto una disminución cuantitativa en las actividades sociales, sino más bien una reestructuración cualitativa que denomina proceso de "desvinculación-vinculación selectiva", y que lleva a continuar, e incluso potenciar, determinados tipos de actividades. Esta misma idea aparece recogida en el concepto de "Desvinculación transitoria" desarrollado posteriormente por Lehr (21), o en el metamodelo de "Optimización Selectiva con Compensación" (22-24).
Otra serie de críticas incidieron en la necesidad de considerar las diferencias de personalidad y su repercusión sobre los patrones de envejecimiento. En este sentido, desde la perspectiva del intercambio social, para la Teoría de los roles, la participación social va a cambiar a lo largo de la existencia. El envejecimiento del individuo supone la adopción de nuevas formas de participación. En la base de la organización social se hallan unas posiciones reconocidas, unas normas y unas expectativas de comportamiento tácitas que son necesarias tener en cuenta a la hora de analizar el papel del mayor en la sociedad.
La principal teoría alternativa a la Teoría de la Desvinculación Social es la Teoría de la Actividad de Tartler (25). Desde sus formulaciones iniciales han sido muchos los trabajos que se han dedicado a investigar el papel que juegan las actividades en el mantenimiento del bienestar subjetivo entre los mayores (27-29). Esta teoría, a diferencia de la anterior, predice que la satisfacción de los mayores, independientemente de su edad, estará positivamente relacionada con el número de actividades en que participen. En este sentido, su formulación se planteó con la intención de explicar el envejecimiento exitoso. Lemon, Bengtson y Peterson (27) enuncian postulados básicos: (a) cuanto mayor es la pérdida de rol que se produce durante el envejecimiento, mayor es la probabilidad de que la persona reduzca su actividad. (b) a mayor frecuencia y grado de intimidad de la actividad, mayor apoyo del rol recibe la persona, (c) el apoyo de rol que se recibe se relaciona directamente con el autoconcepto experimentado por la persona y (d) el autoconcepto positivo, se relaciona directamente con la satisfacción vital.
Según esta perspectiva, la desvinculación operaría sólo en el sentido de la sociedad hacia los mayores. Frente a esto, el desempeño de roles activos durante el proceso de envejecimiento resulta crucial para la percepción que tiene la persona de sí misma y para su adaptación social (30).
Por ello, sus autores defienden la idea de que para alcanzar este objetivo, las personas, a medida que envejecen, deben reemplazar aquellos roles y actividades que formaban parte de su vida adulta, por otros nuevos, de forma que puedan mantener estilos de vida activos. Esta cuestión es, sin lugar a dudas, una de las que más debates ha generado a lo largo de la historia de la Gerontología como disciplina. La principal crítica que ha recibido esta aproximación teórica es que existen personas mayores satisfechas con la desvinculación. Lo que sugiere que la persona representa un papel crucial para determinar la relación entre los niveles de actividad y su bienestar.
La más reciente Teoría de la Continuidad ha tratado de encontrar un punto intermedio entre las dos aproximaciones anteriores. Su autor, Atchley (31) propone este modelo en un intento de superar las críticas recibidas por las dos teorías precedentes. Según esta teoría, el ser humano lleva a cabo una serie de elecciones adaptativas a lo largo de la etapa adulta y del envejecimiento que suponen una continuación de los patrones de comportamiento mantenidos de manera más o menos estable a lo largo de su ciclo vital. Se asume, por tanto, que las habilidades y patrones adaptativos que una persona ha ido forjando durante su vida, van a persistir en el tiempo, estando presentes también en este último tramo.
La Teoría de la Continuidad tiene un enfoque constructivista (32), ya que asume que las personas, en función de sus experiencias vitales, desarrollan activamente, sus propias concepciones tanto acerca de sí mismos como de su estilo de vida y su integración social (33). Durante el proceso de envejecimiento no se puede afirmar con carácter general que se produce una desvinculación social del sujeto, ni que un aumento de su actividad o participación llevará al incremento en su nivel de bienestar subjetivo. Lo que establece es que el nivel de actividad que una persona va a manifestar en este proceso estará en función de su trayectoria vital y del patrón de actividades que haya presentado durante las etapas anteriores. La continuidad representa, de esta manera, un modo de afrontar los cambios físicos, mentales y sociales que acompañan al proceso de envejecimiento.


Bibliografía
15. Abellán, A. (1996). Envejecer en España: Manual estadístico sobre el envejecimiento de la población. Madrid: Fundación Caja Madrid
16. Cumming, E; Henry, WE. (1961). Growing Old: The Process of Disengagement. Nueva York: Basic Books
17. Cumming, E. (1964). New thougths on the theory of disengagement. In: Kastenbaum, RJ. editor, New Thougths on Old Age. Nueva York: Springer
18. Cowgill, DO; Holmes, LD. (1972). Aging and Modernization. Nueva York: Appleton Century Crofts
20. Aragó, JM. (1986). Aspectos psicosociales de la senectud. En M. Carretero M, Palacios, J. y Marchesi, A, editores. Psicología Evolutiva (Vol. III): Adolescencia, madurez y senectud. Madrid: Alianza Editorial
21. Havighust, RJ. (1967). A crossnational study of life styles and patterns of aging. Annual Meeting of the Gerontological Society
22. Lehr, U. (1969). Consistency and Change of Social Participation in Old Age. En: Human Development 1969;12(4):255-67.
24. Baltes, MM; Carstensen, LL. (1996). The Process of Successful Ageing. Ageing and Society, 1996;16:397-422.
25. Freund, AM; Baltes, PB. (1998). Selection, Optimization, and Compensation as Strategies of Life Management: Correlations with Subjective Indicators of Successful Aging. Psychology and Aging 1998;13(4):531-43.
27. Neugarten, B; Havighurst, R; Tobin. S. (1961) The measurement of life satisfaction. Journal of Gerontology 1961;16:134-43.
29. Longino, CF; Kart, CS. (1982) Explicating activity theory: A formal replication. En: Journal of Gerontology 1982;37:713-22.
30. Reitzes, DC; Mutran, EJ; Verrill, LA. (1995). Activities and self-esteem. Research on Aging 1995;17:260-77.
31. Mannell, RC; Kleiber, DA.(1997) A Social Psychology of Leisure. State College: Venture Publishing
32. Atchley, RC. (1989). A continuity theory of normal aging. The Geronto-logist 1989;29:183-90.
33. Kelly, GA. (1955) The psychology of personal constructs. Nueva York: Norton

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