domingo, 15 de marzo de 2009

Padre de niña

Primero, ¿cómo ocurrió que llegué a ser papá? No lo tenía planeado, como todo siempre ocurre; pero cuando uno se entera de la situación, nos nace un instinto que nos hace sentir que tenemos que ser responsables alguna vez en nuestra vida. Y ahí empieza a cambiar, ahí empieza la historia.

Mi hija nació más o menos a las 36 semanas, fue prematura. Desde que estuvo en la barriguita lógicamente ya sentíamos que era parte de nosotros. En las noches conversaba bastante con ella, en la barriga todavía. Y hubo una bonita experiencia, porque justo una noche que me echo sobre la barriguita para escuchar sus latidos, sus movimientos, sentirla; es cuando me doy cuenta que mi hija empieza a tener bradicardia. Y fue interesante porque inicialmente dije “De repente me está pareciendo”, ¿no? Y a veces uno empieza a desconfiar de lo que puedes hacer y entonces dije muy bien vamos con los amigos. Nos fuimos con los amigos a las once de la noche y me los encontré en la tienda y me dijeron: ‘Oye estas exagerando, no pasa nada, todo está bien’. Pero como ya estaba en el hospital para qué regresar, y nos quedamos acá porque amigos, amigas, que estaban haciendo guardia nos dijeron: ‘Ya quédense acá’, ¿no? Para qué...’ Y a las tres de la mañana volvemos a encontrar las bradicardias y a las cinco de la mañana nació mi hija a quien tuvimos que sacar por cesárea. Una cosa muy interesante porque parece que ahí ya se había se establecido una comunicación que nos hizo saber que estaba mal, que tenía que salir, ¿no?

Cuando llegó al mundo, lógicamente, la familia estaba emocionada. En casa, cuando llegamos, nos instalamos, procuramos compartir, ¿no? Pero yo miraba que la que tenía que hacer más cosas era mi esposa y yo no, porque tenia que levantarse a media noche, dos o tres veces a dar de lactar, tanto así que habíamos quedado una noche ‘oye que la siguiente noche te toca despertarte ti’ y yo me despertaba pero igual tenía que despertarla porque ella es la que tenía que darle de lactar.

Pero ya de grandecita sí era de cambiarle los pañales. Y a mi me encantaba, te cuento, lavarle los pañales. Esos pañales de gasas que antes vendían, yo los juntaba, hacia mi jaboncillo y los hacía hervir en un ollón, así grande; luego enjuagarlo. Era una delicia lavarle el pañal y ya pues, las veces que podía lo hacía, pero sábado y domingo los pañales eran míos.

Después, de repente lo que siempre me reclamo a mí mismo es no haberle brindado lo suficiente. Yo considero que de repente no le di lo suficiente. Hasta ahora lo he tratado de hacer, pero a veces por cuestiones de trabajo, que no es una justificación, pero no he podido hacer mucho, por ejemplo me hubiera gustado jugar, jugar bastante con mis hijos. He jugado pero no lo suficiente, me parece. Lógicamente la mamá tiene más ventaja en ese sentido, está más tiempo con ellos. Pero de chiquitos jugábamos, bailábamos, hacíamos travesuras las veces que se podía. En las noches era más conveniente, en el día a veces uno tenía que estar fuera de casa.

Mi hija siempre desde que empezó a caminar le ha gustado bailar, le gusta bailar hasta ahora. Y alguna vez también nos ocurrió algo justo recordando como ser padres y realmente con el primer hijo uno aprende a ser padre, nadie ha nacido sabiéndolo ¿no?, siéndolo; pero el instinto te guía. Te despierta algunas cosas, algunas sensaciones en algún momento, pero hay cosas que uno todavía tiene que aprender.

Yo me acuerdo y cuando empezó todavía a caminar, casi gateo, ¿no? Entre gateo y caminata se me cayó mi hija de la cama. Estábamos en la cama echados, revolcándonos como hija y padre y en un momento me venció el sueño probablemente y desperté ya cuando mi hija gritaba en llanto en el suelo. Me dolió más a mí que sinceramente siempre dije bueno, a veces tienen que pasar esto para aprender. Desde esa vez ya me quedaba dormido pero con una mano, agarrándole la mano o el pie, tanto es así que mi hija se acostumbró a dormir agarrándome la oreja y si no podía agarrar una oreja no dormía. Tenía que agarrarme la oreja para quedarse dormida. Una cosa de seguridad supongo, que de la caída ella habrá sentido también, que sé yo. Entonces ella se agarraba de mi orejita y se quedaba privada. Mientras no me tocaba la oreja o cualquier cosa no podía dormir, no dormía.

Pero bueno, después conforme va creciendo, a los 4 años nos dimos cuenta que tuvo un poco de dislalia, una preocupación tremenda, alguna vez lo comentamos creo. Un poco de espasmofenia. Realmente nos preocupó demasiado, nos hizo sentir muy tristes, pensamos que el mundo se acababa. Pero, después lo fuimos superando porque entendimos que somos seres humanos, que no hay nadie perfecto.

Al margen de eso, lo que más me gustó fue que gracias a la terapia que ha recibido, por todo lo que hemos podido llegar, ella sabe manejarse en ese estado difícil, cuando se encuentra así. Es una niña inteligente, nos preocupábamos más por ella.

Cuando nació mi hijo nos dimos cuenta que era un niño más suelto, con todas las ventajas, hasta nos pareció más inteligente. Siempre nos preocupábamos más por mi hija que iba a ser de ella cuando sea señorita, el qué dirán, la sociedad nos preocupaba todo eso. Imagínate una señorita que no pueda conversar bien con sus amigas, de repente va a ser la burla del salón, del colegio, de la sociedad; pero no. Mi hija me ha sorprendido totalmente porque está demostrando que es más inteligente de lo pensábamos. Nosotros incluso decíamos ‘bueno que termine el colegio y después vemos qué hacemos con ella’. Un poco de lástima sentíamos por ella, pero era por preocupación, no por malicia.

Por ejemplo, nos damos cuenta que ella se esfuerza por ganarse los primeros puestos. No es la número uno, pero con todas las dificultades que tiene está dentro de los diez primeros y está peleando. Realmente nos sorprende. En cambio mi hijo que aparentemente tiene todas las ventajas y todo, también le va bien, está casi en los primeros puestos del colegio, pero yo le digo que él la lleva más fácil, porque no tiene que esforzarse, la que se esfuerza es mi hija. Es más responsable, bastante madura. Casi ahí yo diría que hay cosas que el papá no hace mucho cuando los hijos traen ya lo que creemos son dones de la inteligencia, de la sabiduría pero hemos visto que mi hija tiene unos dones especiales. Y ya pues, yo no me puedo jactar de que es gracias a mí porque nace con ella.

Con mi esposa la relación es muy buena, yo creo que también es importante cuando decimos que el ejemplo para los hijos es importante, estoy convencido. A Dios gracias somos una pareja que nos llevamos bien, a Dios gracias que nos entendemos, a Dios gracias que no hemos tenido pleitos mayores que pudieran haber sido influyentes sobre mis hijos. Si hemos tenido algunos problemillas hemos tratado de conversarlo y mis hijos han sido partícipes de cualquier cosa de esas. Tanto así que de broma, en chiste, mis hijos nos dicen que cuando nos peleamos, quieren ver bronca, quieren ver lo que realmente cuentan sus amigos de sus familias. Ellos quisieran ver eso, Mi hija nos dice ‘¿cuando se van a pelear? Nunca se pelean…’ Con su inocencia creen que pelear también podría ser amor o algo interesante. Nos reclamaban ‘¿cuando se van a pelear?’ Y bueno, no ha habido oportunidad en todo caso y si ha habido tengo una pareja que gracias a Dios no es una mujer violenta, ¿no? Tampoco es pasiva, cuando tiene algo que decir me lo dice y a veces hasta me incomoda, pero uno tiene que asimilar porque definitivamente tiene que saber entender. Entonces yo creo que toda esa relación de pareja influye bastante sobre los hijos.

A mis hijos, yo no los obligo a estudiar, no los fuerzo como he visto en otras familias. Ellos hacen sus cosas y me sorprende que estén en buenos puestos en su colegio, eso me hace pensar que la fortaleza de pareja, el concepto de familia que se maneja en el hogar es básico para que se sientan seguros y aprendan. Alguna vez escuche por ahí esa teoría y yo la ratifico en todo momento. Entonces es una bonita experiencia, porque los hijos no solo te dan alegría, te dan preocupación, te dan dolor de cabeza y te dan sentimientos difíciles de describir; pero lo vives, ¿no? Lo vives.

Más recuerdo por ejemplo de mi hija cuando se enfermó, estuvimos al borde de la locura. Fue una simple gripe pero le vino con vómitos, se privó y casi se desmayó. Y nosotros desesperados, la mamá gritando, toda una locura; pero son cosas que aveces ocurren.

Ahora lo que creo que debo inculcarles a mis hijos es el deporte, que es lo que menos hacen. Yo siempre soñaba, pensaba en mis hijos, aunque es egoísta pensar que nuestros hijos hagan lo que no hemos podido hacer nosotros. Pero egoístamente yo me imaginaba a mis hijos unos deportistas, unos talentoso porque a mi me gustaba jugar basket, futbol, hasta voley, natación; o sea, yo he sido una persona muy deportista y soñaba con que mis hijos sacaran algo de eso, y no. Mi hija hizo natación, pensé que por ahí salía algo, pero no. Lo tomó como un hobbie y ella no quiso avanzar más como deporte de competencia.

Ps.: ¿Y en el tema de la disciplina?

Disciplina. Tratamos de manejarlo, siempre en la casa el concepto de que alguien tiene que poner la mano dura y alguien tiene que ayudar o acompañar el sentimiento que uno pueda tener en ese momento, de poner disciplina.

Con mi hija no me acuerdo haberla golpeado nunca, a mi hija. A mi hijo, lo cuál me arrepiento, una vez sí, sí le di una palmada que me dolió más a mí que a él. Era una situación que de pequeño, después fui entendiendo, yo lo miraba a mi hijo como a un hombre, no como a un hijo cuando se dio el problema. Es que yo me acuerdo de una etapa en la que tenía cinco o seis años. Me dio la contra, insistió en la contra y me tiró las cosas por algo que probablemente no le compré, me pidió algo que no lo podía complacer y me sacó de mis casillas cuando yo le decía que no lo haga y no lo haga y me hizo todo lo contrario. Y me tiró las cosas, no se si eran vasos, botellas o qué me tiró y le di un palmazo. Saqué la correa pero no llegue a darle, después el llanto. Y me dolió más a mí y después tuve que pedirle disculpas, conversamos y entendió.

Felizmente mi esposa estuvo en ese momento para socorrernos, después del llanto y todo, más que dolor de repente era el sentimiento de impotencia, de repente del haber querido algo y yo tuve que imponer algo y probablemente me habrá visto como un ogro en ese momento y la impotencia pues del llanto. Con mi esposa eso siempre hemos dicho, ¿no? Así sea que nos hayamos equivocado se dijo no y es no. Tratamos de no contradecirnos en lo que es disciplina. Después de eso no hemos tenido mayores cosas.

Ahora sí, que de repente ya lo estoy viendo un poco más difícil porque ya han crecido. Ya reclaman. Tienen trece años mi hija y mi hijo tiene diez años. Mi hijo es el más rebeldón que de repente ya me a dicho ‘papá, por si acaso, soy un ser humano y usted no me va a obligar a lo que se hace poco’. Le digo:

- Hijito vamos a cortarnos el cabello.
- No, no me lo voy a cortar.
- Vamos a cortarnos el cabello.
- No, no me voy a cortar.
- Vamos hijo y de pasada compramos un helado.
- No, no quiero.
- ¿Y por qué no quieres?
- No, no quiero. ¿Cuándo voy a hacer lo que yo quiero?

Entonces un poco levantando la voz le digo:

- Hijito, cuando tú salgas con tus dieciocho años y salgas de la casa y no estés bajo mis condiciones, quizás.
- Pero, ¿por qué yo tengo que soportar tus condiciones? ¿Quién eres tú?
- Piña yo soy el que lleva la plata y lamentablemente hay que acomodarse, hay reglas.
- ¿Por qué yo tengo que obedecer las reglas de San Gabriel, las reglas de la casa? No son mis reglas, mis reglas son otras.
- Pero es así. El día que cumplas dieciocho años harás lo que quieres y lógicamente, tendrás tus reglas.

Entonces como que ya empieza a reclamar algunas cosas y no quería dar su brazo a torcer. Pero al final fuimos, regreso un poco molesto, incómodo. Como que lo presioné un poco, no fue a la fuerza, de ninguna manera. Pero, como que al negociar él pierde siempre porque siempre le saco algo, yo, de ventaja por la forma como le planteo las cosas. Pero ya está incómodo. Entonces, cosas así, pero tengo que negociar bastante con él, porque procuro que él también entienda las cosas; que no todo es gratis, ni cae del cielo. Felizmente algunas cosas me las pide, entonces ahí tengo que aprovechar de negociar yo también.

La mayor es más... no creo que sea sumisa, se acomoda mejor a las normas. Yo le digo que esta cosa va a ser así y ‘ah, ya’, no se hace problema, se acomoda. Por ejemplo, un día me dice ‘Papá, voy a ir a tal sitio a tal hora’ y le digo ‘Es muy tarde. Mira, no hay quién te lleve’. Pero en lo posible, si hay otra reunión en la que es posible llevarla; sí tratamos, la llevamos o se va con mi esposa, qué se yo. Básicamente por el tema de estar siempre pendiente de ella. Y si tratamos de que vaya a toda fiesta que haya en el colegio, la llevamos con sus amigas, quiere hacer clown, quieren hacer de todo; nosotros siempre tratamos de apoyarla.

Algo interesante, hicimos una chocolatada acá para los niños e hicieron su clown. Mi hija en el colegio no quiere participar en teatro, se siente así un poco disminuida. Pero sus amigas le dicen ‘vamos María Pía, vamos a hacerlo’. Y ese día me sorprendió. Habrán ensayado, no sé, una vez semanal y un mes así semanal y bien bonito. Ha hecho su clown, todo un gran cuento. No es una copia de un cuento que lo leíste, nada. Un drama muy bonito que hicieron con motivo navideño. Claro que hay también entre las chicas había una que era líder, ¿no? Porque la veía que ya tenía bastante experiencia en eso. Pero cuando veo a mi hija actuar y todo, o sea la veo con unas condiciones muy especiales. Así, se engancho rápido. En cambio sus amigas están participando en el cole ya buen tiempo en teatro, en cambio a ella la arrastraron porque se hicieron sus amigas, ¿no? Y ya pues mi hija es así.

A mí, sinceramente, mi hija me trae muchas sorpresas muy muy bonitas. No es de las que quiere rebelarse; pero sí, lamentablemente sus hormonitas empiezan a moverse y ya está pues con la curiosidad. Está como que despertando y lógicamente, a mí me preocupa pues, como padre. Procuramos hablarles las cosas. Ellos saben como vienen los hijos al mundo, saben todo.

Saben qué cosa es estar en pareja, cuando es estar de enamorados, cuando pasa el límite de enamorados a una vida sexual, a una pareja con vida sexual. Casi siempre la ventaja es que, como casi siempre, los casos que manejamos los comentamos en casa, entonces ellos están bien atentos a eso. Colaboran.

Sólo que yo hubiera querido, por ejemplo, con mis hijos hacerles sentir más lo que es la productividad económica. Por ejemplo, me hubiera gustado dejarlos ahí vendiendo un helado quizás un día o una experiencia de esas. Que sepan por donde llega el sol del cuál comemos. Eso también como que me hace sentir un poco mal. Yo siempre hubiera querido que mis hijos entiendan, valoren lo que es un sol. Ellos aparentemente entienden, pero me gustaría verlos que se ganen un sol.

De repente, digo, soy muy egoísta porque estoy pensando lo que yo he sido, ¿no? Porque yo aprendí a ganarme un sol desde los cinco años. Cinco, seis años… seis años. Me acuerdo hasta ahorita con claridad que con mis hermanos vendíamos periódicos de canillitas. Y hasta ahorita me acuerdo que mi tío me hizo una alcancía de maderita de esos cajones de fruta. Mi primer sol, esa moneda grade, me acuerdo. Me acuerdo de haberla echado y sentir ese placer cuando cae la moneda en un cajoncito. Un ruido pero muy delicioso que hasta ahora no me olvido, te juro que no me olvido. Ese fue el primer sol que me gané con mi sudor. Cinco, seis años. Desde esa edad nunca me ha faltado un sol en el bolsillo porque siempre me lo he ganado. Hasta en la escuela hacía la tarea de las niñas que eran flojas y me daban galletas, me daban todo. Mi mamá era negociante y siempre me llevaba al negocio y mi mamá me pagaba, pues tal cosa hacía me daba mi sol, mis dos soles.

Y con mis hijos yo quería eso, pero me siento mal de no haber logrado hasta ahora. Bueno, porque a veces no le tocó a mi flaca. Porque de repente mi flaca eso no lo ha vivido, ¿no? Porque de repente ha tenido más tranquilidad. Y le comento y como que la idea no va con ella, ¿no? Me dice ‘no, déjalos descansar, déjalos a los chicos’ y bueno, ¿no? Pero bueno, no es la única forma de aprender esto, ¿no? Ya otras formas habrán de enseñarles como se gana el dinero, ¿no?

De valores yo creo que mis hijos tienen unos valores únicos. No te cogen nada así no más, no hacen algo que no esta dentro de lo que ya se conversó y eso, ¿no? Un poco no más que mi hijo se rebela, pero por lo que él quiere ser, no porque quiera lastimar a alguien o buscar pleito en otro sitio. Felizmente que el colegio les refuerza bastante eso, por eso decidimos ese colegio también. Al margen que yo se que la desesperación es que nuestros hijos terminen y ya y entren a una mejor universidad, ¿no? Pero hay otras cosas que también hay que pensar, porque así sean profesionales y no van a tener bases sólidas van a ser muy infelices, así tengan plata serán muy infelices.

Entonces, no sé si mal o bien, estamos en ese camino. Y es que bueno, a veces, como te decía, uno hace lo que mejor le parece. Lo mejor posible sin saber a donde vas a llegar. Probablemente la esperanza la tenemos de llegar a buen término, pero a veces no siempre es así.

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